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Sobre el tapete: dos versiones de la reconciliación |
El
inefable discurso del Presidente
del Congreso y su comparación con el discurso
de posesión del Presidente Iván Duque
produjeron reacciones saludables tanto por parte del periodismo colombiano
como de sus receptores. Por ejemplo, casi de inmediato, en cuanto a la veracidad de las frondosas estadísticas del panfleto del Senador Macías.
Pero más
allá de la discusión (hasta cierto punto inútil) sobre si un discurso opacó
o no al otro, lo saludable radica
en la reacción de análisis crítico de comportamientos que son
aceptables o no en el transcurrir de la vida política del país.
Tanto
en los medios de comunicación y sus noticieros, en los
primeros comentarios, en las
reflexiones de los directores de medios y
de participantes en los paneles del cubrimiento en directo, se
produjo un consenso ético sobre el panfleto político del señor congresista Macías: “eso no
está bien”.
Y no está
bien. Es decir, no es correcto ni respetuoso, porque una cosa es el derecho de todo parlamentario a tener y expresar
sus opiniones sin límite alguno, pero otra es representar una institución fundamental para
que esas opiniones se expresen, el Congreso de la República. Cuestión
de fair
play dirían los ingleses, que se inventaron el parlamento.
La indignación se regó por las redes sociales
y lo inaceptable empezó a tener una consistencia que desde hace mucho tiempo no se notaba, tan grande ha sido la polarización del país despues del plebiscito sobre los acuerdos
de paz con la FARC.
No
se trató, como en tantas otras ocasiones, de
minimizar o de agrandar lo
sucedido según la -a
veces notoria- inclinación política del periodista o del medio.
El episodio fue como un viento de aire fresco, pero no como aquel que perturbó físicamente a los asistentes en la Plaza de Bolívar, sino que despertó la mentalidad colectiva, y, en particular, la de los periodistas.
Tampoco se judicializó
o politiquerizó la noticia como ha sucedido tantas veces cuando algún personaje de la política hace declaraciones y se le acusa de infame o calumniador . En cambio, se contextualizó de inmediato cuando se comparó
con el aviso de prensa de preocupante
fondo negro y contenido
satanizador publicado en varios medios del país por el Centro Democrático.
A la
reflexión ética que surgió
de esos
hechos se añadió el refuerzo de un video que captó la
celebración en un salón del Congreso de la República por del
citado discurso, tanto por parte del discreto pero afirmativo comensal Senador Uribe
como de congresistas que se identificaron con el señor Macías, llegando a
afirmar, como lo dijo la Senadora Cabal, que
reflejaba exactamente lo que ella hubiera escrito.
https://bit.ly/2nmLPXT
video de infiltración
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No dejarse meter gato por liebre... |
https://bit.ly/2vn6M9J
Ojalá
que en esta nueva era, el periodismo se detenga a analizar los comportamientos en el poder del gobierno como tal y del Centro
Democrático como tal, sin colocarlos en el mismo costal.
Ojalá entonces
que el periodismo no cometa imperdonables
errores como basar su trabajo en
entrevistas a personajes que poco a poco se van convirtiendo en portavoces
del Duquismo. ¿ Por qué? porque
no es lo mismo ser porta voz de si
mismos o de Uribe ( como Rangel o José Obdulio para citar dos casos del pasado fin de semana y lunes de puente). Al entrevistar o convertir a gritones como Lafaurie ( como acostumbra hacerlo Hora 20), la Cabal o incluso los desteñidos María del Rosario Guerra, convirtiéndolos en emblemáticos de una ideología de las "nuevas generaciones, el periodismo va poco a poco radicalizando
posiciones que no representan la
nueva generación que pretende llevar al
poder el Presidente Duque. Eso implica, desde luego para el periodismo, sacudirse de la pereza mental y entender que acabar
con la polarización depende de la profundidad
del análisis.
La garantía de reconciliación de los colombianos no consiste en repicar una frase
de cajón teórica sino en su aplicación real. Para ello, necesita de una
mayor responsabilidad social de medios, periodistas, receptores,
opinadores, usuarios, que son los
que hoy en día los que mas
contribuyen a construir la opinión
pública. Porque una opinión pública no depende
de las encuestas, sino de esas reacciones sociales colectivas que la
van construyendo poco a poco, con valoraciones éticas. En este caso, para bien de la democracia.
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