martes, 19 de marzo de 2019

¿DUQUE SABRÁ COMO TRATAR A “LOS INDÍGENAS “?


¿DUQUE SABRÁ COMO TRATAR A “LOS INDÍGENAS “?

foto MTH
Para el BID, el Banco Mundial y  el mundo de la diplomacia colombiana,   los  indígenas  son una estadística;  para no pocas  ONG, son  una caridad que les permite conseguir trabajo y sentirse con buena conciencia;  para los medios y cierto periodismo,   son  un  folclore  o un  grupo de perturbadores;  para los colombianos urbanos, son una novedad que contrasta  con los trancones; para ciertos  blancos del Cauca,  herederos de aquellos que ejercían  el “derecho de pernada”,  son  una parte del paisaje servil;  para los del altiplano  cundi -boyacense, donde la mezcla es  parte  de la  idiosincrasia,  llamar a alguien  “indio”  es,  o bien  un insulto , o bien una manera no violenta  de tratarse entre  si;  para los paisas uribistas  que se sitúan en un plano superior a la humanidad, son   algo  sobre lo cual no vale la pena detenerse y , en general, perturbadores e incivilizados ;   para algunos  Presidentes,   que van a la Sierra   Nevada para  que les coloquen  unas manillas, son una manera de mostrarse  pluriétnicos y pluriculturales;  y así  sucesivamente se construye un curioso imaginario en  Colombia sobre las etnias.

Ni hablar (porque no quiero herir susceptibilidades religiosas) de lo que los  indígenas fueron para la  Santa Madre Laura:   unas bestias  salvajes que había que “civilizar” es decir, bautizarlos  con la fuerza de la determinación  y del desconocimiento de lo que podían aportar, para  que al fin,  ascendieran a la categoría de seres humanos.

¿Se  les abrirá la puerta del desarrollo? Foto MTH
En todo caso, para la mayoría de los   los colombianos y a diferencia de   los   ciudadanos de otros países latinoamericanos -Méjico, Perú, Ecuador-  y como sucede con los Mapuches en el Cono Sur, las etnias  en  Colombia  solo han tenido algún relieve  o utilidad cuando se descubrió  que tenían algo que enseñar, diferente  de lo que los ha subvalorado como ciudadanos de segunda.

Ciertamente en Colombia no tuvieron imperio Inca o Azteca,  ni  eran astrónomos  como los mayas,   pero eso no  justificará nunca considerarlos  más  bien como un  “paquete” ajeno, que solo cuenta cuando hacen bulla.  El periodismo, salvo algunas excepciones (como un corresponsal de  El  Espectador Edilson Arley Bolaños) no ha sido capaz de  describir  sus problemas, ni de  preguntarles,  a los que no   rompen    la carretera  panamericana, en qué  se les  ha incumplido los acuerdos.

La Corte Constitucional y juristas como Ciro Angarita se interesaron por   defender sus derechos a ser culturalmente distintos y a mantener su propio sistema. Tambien los valoran las diseñadoras que han mostrado sus infinitas   y pacientes  habilidades, mucho antes de que se  hablara de la todavía   gaseosa Economía Naranja. 

 Pero en general, se le ignora, lo que por cierto extraña a ciertos turistas extranjeros  que preguntan   dónde están los que salen tanto en la publicidad sobre   Colombia pero que no aparecen  sino  para mostrarlos como por los lados  de Leticia.   Esos mismos extranjeros que dicen que Colombia es un país silenciosamente racista.

Unos tras otros, los sucesivos gobiernos han tratado el tema de las etnias (1.400.000 personas mas o menos) como una “costura” es decir  algo que, como la educación,  queda en la cola de las prioridades.

FOTO MTH  (Toribio) Los Paeces también fueron víctimas de bomba y también reclutaron a sus hijos
Por eso   resulta impresionante que lo único que se le ocurra al Presidente Duque  es  invitar a Palacio a los Gobernadores de los  cuatro departamentos, y a ningún  gobernador de las  etnias involucradas. Por eso a los medios les encanta pasar por alto la relación entre los ingenios azucareros  del Valle  y  la historia  de la   expulsión de indígenas hacia  la cordillera; por eso solo uno que otro  investigador estudia las  alianzas entre negros e indígenas o entre indígenas y campesinos. Por eso las propias mingas, año tras año, se van contagiando de violencia juvenil y perdiendo su sentido comunitario. Porque allá también, las nuevas generaciones se les están saliendo de las manos y de las costumbres ancestrales.



Lo que no se puede es confundir a los que disparan a los policías en la Panamericana, con las autoridades paeces, a los traficantes de la sierra Nevada con los Arhuacos de solemne dignidad.

Lo que no se puede es confundir a los delincuentes que rompen  asfalto con los indígenas que protestan por acuerdos incumplidos, como tampoco se puede confundir a los   que tiran piedras en las universidades bogotanas con los estudiantes de las mismas o, lo que es peor, con los que manifiestan pacíficamente, por ejemplo, en favor d e la JEP.

En este tema como en tantos otros, el trato indigno (de los funcionarios, de los gobiernos, de los medios) a los indígenas solo obtiene   y obtendrá  respuestas violentas. En este tema como en tantos otros, se cree que basta con anunciar diálogos para solucionar los problemas, se prometen dineros que suenan bonito pero que no dicen gran cosa, se intenta apagar incendios cuando es demasiado tarde.

  
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foto MTH


Hasta ahora, una de las pocas entrevistas    mediáticas en estas   peligrosas circunstancias ha sido hecha a Feliciano Valencia, Senador,de larga trayectoria en la lucha indígena,  que nunca termina. ( El Tiempo, marzo  19 pag. 1.2. )

¿Dónde  está el periodismo  equilibrado?   
Hay como un temor  del periodismo  en   acercarse a las fuentes indígenas cuando manifiestan  en  sus mingas.  De allí a  estimular  esas desconfianzas,  que a su vez atizan a los provocadores,  solo hay un paso,  que  dieron  estos últimos en  días pasados.




CRONICA DE CONTEXTO MTH: 

TORIBÍO, 20 AÑOS DESPUÉS... Y MÁS  ¿Qué ha cambiado? https://bit.ly/2Fsw9ei

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