“…buscar justicia no es odiar, es vencer la resignación”-escribe casi al final de su libro, que le costó sangre, sudor y lágrimas, Diana López Zuleta. Un libro que acaba de publicar Planeta en el abril de la pandemia. Nos enseña mucho más que los insultos en torno al caso Uribe, en momentos en que pasiones van y vienen y poco a poco eliminan cualquier capacidad de criterio ecuánime. Lo peor, como siempre, son las consecuencias.
Una historia de la guerra civil que no le va a gustar a nadie” es el título de la una de las múltiples obras del español Juan Eslava Galán, maravilloso historiador que tiene la gran cualidad de un excelente sentido del humor. Explica :
“En qué andas metido?- me preguntó Arturo ( Pérez-Reverte)
- Todavía no tiene título. Es una historia de la guerra civil que no le va a gustar a nadie..
- - ese es el título- dijo Arturo.
Gracias, Maestro”.
Y sin duda, la Guerra civil española fue una de las peores carnicerías, en la que no había ni buenos ni malos, sino ansia de matar, odios refundidos y muy poco deseo colectivo de evitar la muerte de seres humanos.
¿Para allá vamos en Colombia? A juzgar por nuestro pasado, por la insensatez de algunas reacciones ante el caso Uribe, por la insensibilidad y ceguera frente a la masacre de líderes sociales, por las elecciones a un paso, y por la criminalidad del narcotráfico que no se detiene ante nada, ese “ para allá vamos” no es una especulación sino un riesgo.
En las aguas turbias de la situación actual de Colombia, la prudencia es lo que falta, y la insensibilidad de las teorías sobra. Por ejemplo, El Presidente se equivoca al no referirse nunca a esa masacre de líderes indígenas y sociales que tiene visos de barbarie, creyendo que así se minimizará su importancia. Petro y similares también incurren en la ligereza irresponsable de llamar a la “desobediencia ¡civil . Y Fecode, al recoger el guante, es decir, al utilizar la misma expresión sin precisar qué significa eso.
Así, poco a poco, se va trenzando la violencia verbal, que arrastra a la física.
El libro de Diana López Zuleta, entonces, es un oportuno recorderis sobre quién mata y por qué, sobre los silencios y el “no querer ver” que terminan siendo cómplices. Pero también, sobre la verraquera de quienes asumen como un deber aclarar precisamente eso: quién mata y por qué. Y el mérito es también de quienes, en vez de utilizar la mortífera venganza, le apuestan a la verdad por las vías judiciales.
Con todos los riesgos que eso implicaba, esa niña -mujer - hoy de 32 años- no aceptó que el fatalismo o el miedo de sus propios familiares fueran la verdad impuesta por el No quiero Saber. Ella llegó hasta el fondo para “desenmascarar” al asesino de su padre, Luis López Peralta, que quería ser alcalde de Barrancas y enfrentársele a los corruptos. Si bien en el pueblo se sabía que lo había mandado matar Kiko Gómez, el terror o la complicidad los enmudecían. Ese cacique liberal poderoso (¡Oh vergüenza! ) que luego recibió el aval de Cambio Radical, subió a la brava los escalones de la política y terminó siendo elegido “popularmente” Gobernador de la Guajira.
Asesino “determinador“, es decir, que no se untaba porque los demás le hacían el trabajo sucio. Determinador de asesinatos de Yolanda Brito, Bladimiro Cuello, y otros más.
Durante 20 años, el miedo, la voracidad clientelista y la cobardía, fueron tendiendo ese manto de silencio, en el que el rumor cunde pero no se habla. Kiko Gómez, es decir, Juan Francisco Gómez Cerchar , y quien fue luego su jefe de seguridad el tenebroso Marquitos Figueroa, uno de cuyos testigos dijo que era simple agricultor.
Pero, lo más infame: Kiko Gómez tuvo el descaro de prestar su carro para que llevaran al moribundo al hospital de Valledupar, en donde lo “atendió “un primo médico. Tuvo el descaro de ir al entierro, de ayudar a llevar el féretro, como lo hizo con otros de sus asesinados.
La justicia funcionó y funcionará, pero no solo con el poder judicial. Gracias al empuje de personas como Diana, a periodistas como Gonzalo Guillén, a escritoras como Margarita Rosa De Francisco ( quien prologó el libro) y a los colombianos que aceptan el reto de buscar la verdad judicial, en vez de adherir ciegamente a sus caudillos.
Luego de la condena judicial del asesino de su padre, Diana López Zuleta - a quien no conozco pero admiro- solicitó también que le retiraran a Gómez el Orden de la Democracia Simón Bolívar “otorgado en el mismo año en que mi papá había sido asesinado”. También por solicitud suya, la Universidad de La Guajira le revocó el título de Administrador de Empresas Honoris causa que le había otorgado. El Obispo Riohacha “sugirió la posibilidad de que el párroco de Barrancas era el que “ había utilizado fraudulentamente” el nombre de la diócesis para condecorarlo. ¡ Verguënzas todas!
Que la historia pueda repararse, sin duda. Pero sin el empeño de los afectados y el apoyo de los ciudadanos a la administración de justicia…lo dudo
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