jueves, 6 de agosto de 2020

RECOMENDADO : LO QUE NO BORRÓ EL DESIERTO

 

FOTO MTH

“…buscar justicia no es odiar,  es vencer la  resignación”-escribe casi al  final de su  libro, que le costó sangre, sudor  y lágrimas,  Diana López Zuleta.  Un libro que acaba  de publicar Planeta en el abril de la pandemia. Nos enseña  mucho más que los insultos en torno  al caso Uribe, en momentos  en que pasiones van y vienen  y  poco a poco   eliminan  cualquier capacidad de criterio ecuánime. Lo peor, como siempre, son las consecuencias.

 Una historia de  la guerra  civil que no le va a gustar a nadie”   es el  título de  la  una de las múltiples obras del  español  Juan  Eslava  Galán, maravilloso historiador que tiene la gran cualidad de  un excelente  sentido  del humor. Explica : 

“En qué andas metido?- me preguntó Arturo ( Pérez-Reverte)
- Todavía no tiene título. Es una  historia de la guerra civil que no le va  a gustar  a nadie..
- - ese es el título- dijo Arturo.
Gracias, Maestro”.  

 Y sin duda, la Guerra civil española  fue una de las peores carnicerías, en la que no había  ni buenos  ni malos, sino  ansia de  matar, odios  refundidos y  muy poco  deseo colectivo de evitar la muerte de seres humanos.

¿Para allá vamos en Colombia?   A  juzgar por nuestro pasado,  por  la insensatez  de algunas reacciones ante el caso Uribe,  por la insensibilidad  y ceguera  frente a la masacre de líderes sociales, por las elecciones a un paso, y por  la  criminalidad del narcotráfico que no se detiene ante nada,  ese  “ para  allá vamos” no es una  especulación sino un riesgo.

 En las aguas  turbias de la  situación actual de Colombia, la  prudencia es lo que  falta, y la insensibilidad de  las teorías sobra.  Por ejemplo,  El Presidente   se equivoca  al no referirse nunca a  esa masacre  de  líderes  indígenas y sociales que  tiene  visos de barbarie,  creyendo que así  se minimizará   su importancia.   Petro y similares  también  incurren en  la ligereza irresponsable  de  llamar a la “desobediencia  ¡civil . Y Fecode, al   recoger  el  guante, es decir, al utilizar  la misma expresión  sin precisar qué  significa eso. 

 Así, poco a poco,  se va  trenzando  la violencia verbal, que arrastra a la física.

El libro  de  Diana López Zuleta, entonces, es un oportuno  recorderis   sobre quién  mata y por qué,  sobre los   silencios  y el “no querer ver”   que terminan  siendo cómplices. Pero también, sobre la verraquera de  quienes  asumen como un deber  aclarar  precisamente  eso: quién mata  y por qué. Y  el mérito es también  de quienes, en vez  de utilizar  la  mortífera venganza,  le  apuestan a la  verdad  por las vías judiciales.

Con todos los riesgos que  eso implicaba,  esa niña -mujer - hoy de 32 años- no aceptó que  el fatalismo o el miedo de sus propios familiares fueran  la verdad impuesta por el No  quiero Saber.  Ella  llegó hasta  el fondo para “desenmascarar”  al asesino de su padre, Luis López  Peralta, que   quería ser  alcalde de Barrancas  y  enfrentársele a los corruptos. Si bien en el pueblo  se  sabía que lo  había mandado  matar   Kiko Gómez, el terror o la complicidad los  enmudecían.  Ese cacique liberal  poderoso  (¡Oh vergüenza! )  que luego recibió el  aval de Cambio Radical, subió a la brava los  escalones de la política y terminó siendo   elegido  “popularmente” Gobernador de la Guajira.  

Asesino “determinador“, es decir, que no se untaba  porque los demás  le hacían el trabajo   sucio. Determinador  de  asesinatos de  Yolanda  Brito, Bladimiro  Cuello, y otros más.   

Durante   20 años,  el  miedo,  la voracidad clientelista  y la cobardía,  fueron tendiendo ese  manto de    silencio,  en el que   el rumor  cunde pero no se habla. Kiko Gómez,  es decir, Juan Francisco Gómez   Cerchar , y  quien fue luego su jefe de seguridad   el   tenebroso Marquitos    Figueroa, uno de cuyos testigos   dijo   que  era  simple  agricultor.

Pero, lo  más infame:  Kiko  Gómez tuvo el descaro de  prestar   su carro  para  que llevaran  al moribundo al hospital de Valledupar,  en donde lo   “atendió “un primo  médico. Tuvo el descaro de   ir al  entierro, de  ayudar a llevar el féretro, como lo hizo  con otros  de sus asesinados.

La justicia  funcionó y funcionará, pero  no  solo  con   el poder judicial.  Gracias al   empuje  de personas   como   Diana,  a periodistas  como  Gonzalo Guillén,  a   escritoras  como  Margarita Rosa De Francisco ( quien prologó el  libro)  y  a  los colombianos   que  aceptan el reto de   buscar la verdad judicial, en vez de adherir ciegamente a sus  caudillos.

Luego de la condena   judicial del  asesino de su padre, Diana López Zuleta  - a quien  no conozco pero admiro-  solicitó también que le   retiraran a Gómez    el  Orden  de la Democracia  Simón Bolívar  “otorgado  en el mismo año  en que mi papá  había sido asesinado”. También  por solicitud  suya, la Universidad  de La Guajira  le  revocó el título   de Administrador de  Empresas  Honoris causa que le había otorgado.   El  Obispo   Riohacha “sugirió la posibilidad  de que el párroco de Barrancas  era el que “ había utilizado fraudulentamente” el nombre de la diócesis para condecorarlo. ¡ Verguënzas  todas!

Que la historia   pueda repararse, sin  duda.  Pero sin el empeño de los   afectados y el  apoyo de los  ciudadanos  a la  administración de justicia…lo dudo

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