martes, 6 de octubre de 2020

JAVIER DARÍO RESTREPO, HOY, AYER Y MAÑANA


HOY,   6  DE  OCTUBRE,  SE CUMPLE UN  AÑO DE LA PARTIDA DE JAVIER  DARÍO RESTREPO Y  SIEMPRE ME PREGUNTO :¿QUÉ DIRÍA  JAVIER? CUANDO  OBSERVO ELDETERIORO DEL PAÍS, DEL PERIODISMO, DE LA ÉTICA, DE TANTOS TEMAS COMUNES QUE NOS UNIERON  DESDE ORILLAS TAN DIFERENTES DE PENSAMIENTO. 
SÉ QUE  PENSARÍA, CON  ESA TRANQUILA SERENIDAD QUE LO CARACTERIZABA:  NO PERDAMOS LA ESPERANZA,  REFLEXIONEMOS Y TRABAJEMOS CON ELLA. 

  Javier Darío: los colombianos y latinoamericanos  que  tienen que ver  con  periodismo, religión y filosofía saben a quién me refiero- nunca  aspiraba  a un poder distinto del de  la palabra. 
 
Por la manera como políticos y personajes utilizan la palabra, hay  sin embargo  que aclarar:  no es aquella palabra  que se desdobla en espectáculo, la parlanchina, mañosa, torticera, insultante, grosera, inapropiada, mentirosa.

Es la palabra  en su sentido más puro, bien sea oral o escrita: la palabra que  acierta  al describir la realidad, el adjetivo preciso que  define o consuela, el verbo que  muestra  en qué consiste la acción que se intenta  mostrar, su  esencia profunda y  exacta.  La palabra, de  tanta  precisión, que era inútil  insistir en reemplazarla  por otra sustituta, sin encontrarla.  Javier Darío  la encuentra sin buscarla en su sabiduría, desde la imagen, que lo  convierte en un gran reportero   audiovisual, pero también   por su manera de  ver  esa realidad y  traerla  de vuelta para que  transforme  al que observa, o lee, o escucha. Sin mirar el  diccionario etimológico como lo hago ahora,  él se referiría al  origen latino  de la palabra   reportero:  re (hacia  atrás) portare (llevar) y ero (oficio). Y esa palabra lo refleja en lo que todos  admirábamos:   su  substancia periodística, pero  también humana.


Por eso, partir de la realidad  desde la observación, al meterse  en ella   con ecuanimidad   y   devolverla a los que no saben o  han olvidado mirar,  fue  el gran acierto  de Javier Darío.  Mostrarla  desde  el camino  que hay que  seguir  para llegar  a la utopía, ese punto  al que hay  que encaminarse, aunque nunca se llegue  a él.  


Gran lector,  gran escritor

Aún para quienes  nos diferenciábamos en los enfoques, como  fue  mi caso  en   muchas ocasiones,


Javier Darío argumentaba con tanta claridad, que  a veces uno  hubiera  deseado  seguir su  mismo  camino de la utopía.   Otras  dos  características de   su personalidad y sustento de su ética  eran, desde luego, el  respeto por  el  Otro y  el enfoque  religioso  como  algo propio  y no transmisible sin el asentimiento  de ese Otro.  Javier  Darío  fue siempre  comprensivo  y prefería  comprender más que juzgar.  Por eso  nuestras  conversaciones  fueron tan  estimulantes y  por eso deja  una  huella imborrable entre  sus  innumerables  discípulos. Y, por supuesto, en  sus hijas María José y Gloria Inés,  su  nieto Emilio,  sus  hermanos. Inolvidable también la manera como acompañó  a su querida  esposa Gloria, fallecida  luego de una  dolorosa enfermedad.

 Su mesura, esa precisión en su lenguaje no eran  fortuitas.  Además de una  personalidad reflexiva, ese don  para transmitir y suscitar reflexiones tenía  múltiples  explicaciones.  Un  sentido  discreto pero  sonriente y acertado del humor; una calidez  reservada que  empezaba por prestarle atención a lo que decía su   interlocutor para de allí conversar; una ética  como estado  de ánimo,  expresión del Padre Pacho  de Roux que siempre nos pareció la definición  exacta de  lo que debía  ser la  ética.

Javier Darío no  solo   daba la impresión de ser una buena  persona, sino que lo era en  toda la  dimensión filosófica de su ser. Por  lo mismo, inspiró  respeto a quien lo conociera en cualquier circunstancia, escuchara sus conferencias, participara en sus talleres de la Fundación Nuevo Periodismo, o en la  elaboración de su querida  revista  Vida Nueva, en la que  lo religioso no le quitaba un ápice de rigor  metodológico.  

¿QUÉ ES  SER UNA “BUENA” PERSONA”? 
Desde mi   óptica   no religiosa, - o  cartesiana  como  siempre  calificaba   mi tendencia   a   buscar razones  y argumentos -  Javier Darío   se interesaba  ante por todo  el  “Otro”, uno de sus temas  preferidos,  que  tantas incomunicaciones y exclusiones produce.  De manera intuitiva o profunda, para  Javier Darío ese  Otro  era -y seguirá siendo en sus  escritos-  el ser humano   al que hay  que darle siempre  la oportunidad de  existir, de incluir, de  entender. 


Su bondad humana, no calculada, emanada de su propio ser, se explicaba de variadas maneras,  además de  saber siempre comportarse con  El Otro.  Una de ellas, su  formación  sacerdotal, que   nunca  renegó,  tuvo  una influencia  laica  en  su existencia. Le sirvió, por ejemplo, para mantener la disciplina intelectual,  o para entender el latín y el griego como lenguas madres,  buscar por eso mismo  en ellas  el  sentido originario de  las palabras como  un ejercicio  cotidiano.    En las conversaciones,  fueran  por carta, por teléfono o por almuerzos, siempre  aparecía   ese origen  como punto de partida  de   nuestras reflexiones.

Además de remontarse al origen de las palabras, y de no tener  ningún tema tabú, Javier sabía  llegar al  meollo de    las incertidumbres, mas allá de la comunicación rutinaria  y de las frases  de cajón.  Por eso, uno de los libros que más me hace  definirlo  es  “La  Niebla y la Brújula” , cuando  declara  haber  descubierto:



  "en los años dedicados al estudio y discusión sobre  la ética  con los   colegas del continente…un panorama  de neblinas como el que aparece  en los relatos de London o de Conrad, cuando sus protagonistas  se mueven  en la inmensidad y  la soledad de un mar en el que todo desaparece, envuelto entre los algodones de la neblina… los periodistas, como esos marinos, nos movemos la mayor parte del tiempo entre las neblinas de nuestras incertidumbres y dilemas éticos”.


La brújula es la ética, pero,  a mi modo de ver,  encarnada, ayer, hoy y mañana, en Javier Darío Restrepo".

(artículo del 6 de octubre 2019,  en  Opinar es Debatir  sin Pelear)


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