jueves, 16 de septiembre de 2021

“PIQUIÑA MACH0-FEMINISTÓXICA" UNA SENDA PELIGROSA DE LA COLOMBIANIDADD



Apoyo sí ,  machista no, pero...¿rosca cachaca?....

Como persona de 75  años (un río de vida que ha  cruzado   muchos puentes y  obstáculos) el actual  ambiente extraño  en Colombia me produce en estos momentos cierto malestar existencial. Revela  piquiñas que   corren el  riesgo de  sumarse a la  situación ya precaria de nuestro país y a la todavía mas  precaria  de la  política colombiana,  o mejor   de LO político  Colombiano.  

 Me refiero a LO político,  no como género masculino o  femenino,  sino como  esencia  para hombres y mujeres y a La Política mas como politiquería que  afecta  ambos sexos de nuestra colombianidad. Preocupa que ciertas mujeres  estén   tomando la mala costumbre  de  atacarse unas a otras, pero no por  temas  concretos, estadísticas, sanos debates  socráticos,  aristotélicos, cartesianos, o Falsbordianos,    sino  por  piquiña.



Dicho de otro modo, se está  borrando con el codo lo que se ganó  con  el  esfuerzo de varias generaciones, gracias a  la lucha  de mujeres concretas: una  Esmeralda  Arboleda o aquellas que,    en  buena hora,  el libro  de Myriam   Bautista  describe como rebeldes, osadas y transgresoras:  Soledad Acosta de Samper,  Débora Arango, María Cano, Emilia Pardo Umaña,  Cecilia Cardinal de Martin  y  Virginia  Gutiérrez de Piñeres.

Cito un caso concreto  de trinos : 

 


Margarita  Rosa   escribe con evidente piquiña: ¿Qué  pasa con esa mujer? ¡Dios mío!  refiriéndose al trino    en  el cual  la alcaldesa  Claudia López  menciona   a Virgilio Barco  como una persona que tenía muy claro  lo que quería construir,  “como gran liberal y servidor público”. 
La alcaldesa  recuerda -y es cierto,-  que durante muchos años  estudió  el  tema  de construcción de ciudadanía,  Estado y  mercado en Colombia.  Por lo mismo,  la PHD podría  demostrar lo que afirma, más allá de sus afectos políticos personales.

La  anécdota  trinera   se podría complementar  con  los Trinos  de  mi querida amiga  la periodista Bunker  (que espero no me guarde rencor  por esta observación)  contra  Claudia  López y en favor de Gustavo Petro. Podríamos  decir que  se la tiene velada  a  la  alcaldesa.

El problema, en  ambos  casos, no es de argumentación sino de negarse  a la argumentación. Eso se ha vuelto costumbre de mala leche no solo en Colombia sino en otros países, en particular latinoamericanos, y  no tiene  que ver con el género sino con la mentalidad.  

Era, por  cierto, una característica de  muchos políticos  hombres, que explica  buena  parte  de la violencia colombiana,  por los desafueros verbales en los  salones capitalinos.  

Reconozcamos: ahora  llevamos demasiado  tiempo y cultura cargando  con las desigualdades de género para  que sea fácil deshacerse de ellas. Pero hay que esforzarse.

En ambos casos  de trineras,  temo que la ausencia de argumentación refuerce,  con el apoyo  de  las propias mujeres, un estereotipo que demasiadas veces se les ha  atribuido a ellas  como característico de su género: la piquiña.

¡Lástima! Porque las batallas    libradas   y  ganadas  no solo han  servido para mejorar  el ejercicio  de  los  derechos  fundamentales  de las mujeres   que van   desde ser  dueñas de sus bienes  y  sus amores  a ascender la escala política, a disponer de su cuerpo, y a subir las escalas de un   reconocimiento  distinto  al de ser esposas o madres.   

Cada generación trajo su afán en lo que a las mujeres se refiere.  En mi caso,  por   ejemplo,    me enorgullece haber  sido la  primera mujer   directora   de noticiero de   TV  en Colombia,  y  la primera Presidente  del CPB ( Emilia  Pardo  Umaña  fue  miembro de la junta directiva). Me alegra,  aunque nadie lo recuerde, porque que eso abrió las puertas para muchas mujeres, por cierto tan o más capaces que  yo.    

Aprendí que, como en muchas oficinas, empresas  y aún en la academia,  uno no puede cargar con los resabios  negativos de tantas  mujeres que padecieron el estado de cosas llamado "machismo".   

Todavía queda mucho camino por  recorrer pero,  en estas materias, Colombia  lo ha recorrido con  dignidad. Somos de los pocos países  en  intentar aplicar  la ley de cuotas  en la función pública,  al menos nacional.  Hoy  la mitad del gabinete debe ser  de  mujeres y la otra mitad de hombres.  Y  eso no es gracia de Duque sino  de la ley y de las ganas de las mujeres para  superar los obstáculos. Entre otros,  el pendiente de  “a  trabajo igual, salario igual”.

 Saber que somos  capaces de distinguir entre una  funcionaria   capaz  y   la trayectoria y las ejecutorias de  una  Abuchinen  es  una lección que le ha costado aprender al país. Inflar a una pre candidata   Cabal con preguntas que no incluyen  evaluación de su capacidad sino producirán  respuestas de  cajón, es otra falla   que hay que enmendar.   

Porque  de lo que se trata   no es  de hacer “como  si” se dieran  pasos  adelante  no solo en  derechos   sino en iguatitarismo de la sociedad colombiana.   El esfuerzo  individual  tiene repercusiones  enormes en   el cambio social, pero no habrá   cambio social, al menos en  el caso de igualdad   entre hombres y mujeres,y en  la lucha por una  sociedad más  igualitaria,  sino cuando ya la piquiña no sea  sino un  mal recuerdo y lo importante  se comprenda   con  más análisis que pasión.

NOTA .- A  propósito   del  artículo  en El Espectador  de   Cecilia Orozco,  excelente y valiente directora de  Noticias Uno: Antonio Caballero no era machista pero  sin duda,  era  muy consciente de la rosca cachaca a la que pertenecía, lo que  no  le quita  ni lo valiente ni lo cortés ni lo buen escritor.

Y a propósito de la entrevista del periodista  Javier  González Penagos :

Si de  corchar se tratara, las preguntas deberían ser mas inteligentes, no presentir la respuesta y  ser menos perseguidoras.


No hay comentarios:

Publicar un comentario