lunes, 4 de abril de 2022

ELLA: LAURA GARCIA, POR SUPUESTO


foto MH


RESEÑA
“SIN VERLO VENIR”
LAURA GARCIA
PLANETA, 330 páginas

Ella, la mejor  actriz de Colombia, la Diva atrevida. Pero el  estereotipo se agota antes que la mujer real. Y más ahora,  cuando acaba de salir su libro,  “Sin verlo  venir”: una explosión de sus fuegos artificiales, un torrente de palabras, y de improperios bien colocados, para que sacudan.  

Desde el comienzo, nos lanza un reto a los lectores para “épater le bourgeois” , como dirían los  franceses: la descripción de sus amantes debidamente  numerados #1 #2... sin que en fin de cuentas importe quienes fueron, con lo cual nos obliga,  de una vez, a saltar el obstáculo   de la pudibundez de hombres  y mujeres.  


De los hombres, porque a algunos les encanta  hablar de sus proezas sexuales pero enrojecen cuando se trata de las de las mujeres. Y las mujeres, porque el feminismo latinoamericano llega  muchas veces al  me too pero no al clítoris.

Una vez supera usted el  reto de una primera borrachera  lectora,  entra en  materia,  que  es la vida misma, su expresión en  palabras. Expresión en frases como “rabia interna en  piedra gótica y  cenicienta". Una literatura en la que se funden, con la sensibilidad,  el cuerpo y sus órganos – no  solo los  del placer sino  también los reproductivos.  Sin dudas ni remilgos.

La autora empieza  con  una barrera de entrada -como dicen los economistas-  para que, en este caso como gancho literario, no puedan entrar mojigatos ni mojigatas: esa lista reiterada de sus amantes que parecen disertaciones cartesianas debidamente  numeradas,  como una prohibición para que  la chismografía no piense lo que debe pensar (¿Quien era? ¿Cuándo fue?). No señores y señoras, Ella NO es una Corin Tellado.

Pero, eso sí,  si es una  fiera  indomable  en  conocimiento intelectual,  cuyos ojos advierten  que  no se deja rajar por quien lo intente; un ego insaciable en la observación y la  interpretación de su propia vida;   una  maestra con un bagaje cultural que no solo le es dado por la  actuación en  las obras  más profundas  y universales del teatro, (Ibsen, Neruda, Becket, Quevedo y otros muchos). El  deseo siempre latente de  comprender, masticar y deglutir  cada autor, cada obra, cada trozo.

Si, por supuesto, es Laura  García, la asombrosa. Su autobiografía “Sin  verlo venir”,  le  abre de par en par las puertas como escritora. Y la coloca en un lugar inalcanzable para la pacatería de hombres y mujeres.  

 Ojalá no se quede ahí, en  las profundidades de su propio ego, ese que esculca por todos los rincones de su cuerpo y de su  cerebro ( pues no cree en Dios y no sé si en las almas,  pero  sí  en las  reconditeces de su ser). Desde allí relata cómo ha sido su vida de gran intérprete del teatro clásico, pero también, como todos los colombianos lo saben, de García Márquez.   
Maestra de actores, da consejos sin darlos.  En fin de cuentas, sobre la manera como lo real y lo teatral se confunden. Brota su resiliencia ante la crueldad de  la vida que le quita dos hermanos,  el  padre y la  madre.  Se siente  su capacidad de  decidir lo que quiere y no quiere, de superar el sufrimiento por las desgracias que asoman en su familia y podrían  trastornarla, pero que  afronta a punta  de terquedad. 

No  hay  en  Colombia  ni en la -a veces- apocada América Latina  femenina, una mujer tan audaz  y tan  impactante en los escenarios.  Pero lo es a punta de su mayor  característica, que no es un aparente sarcasmo, sino la fuerza de voluntad,  de  la cual se derivan la  disciplina, el deseo de ir al fondo mismo de las esencias, la importancia, si, del “meimportaculismo” pero como  escudo, la alegría de leer, y, sobre todo, el reto.

 ¿Reto a su timidez vencida?  Sobre todo, el reto de explorar  su intimidad   hasta las últimas consecuencias,  que  no es esa  muerte a la que se ha acostumbrado nuestro país,  sino lo único que la  pone en la  rienda: Colombia. Es la Libertad con mayúscula, de reconocerse y  aceptarse a sí misma. 


***

¡Ay las ventajas de ser bella y de saberlo! Al lado de ella,  los  hombres se ven  minúsculos, salvo  su hijo y  su nieto. Porque también es la abuela sensible  que se derrite con ese  nieto, es la que relata su primer orgasmo tímido de adolescente, la que encuentra el  adjetivo exacto para  describir  “el aguacero”  de su pelo,   la  que  “nació condenada a ver  todas las cosas de un asunto”  como  el personaje de O´Neill.  

Los actores  somos actores   porque  amamos, como los niños, jugar a que se es otro. Peor o mejor”-escribe. Pocos como ella  han descrito  “ la adrenalina del deporte de  fingir “ o   de describir cómo “se  compone emocionalmente un personaje”

Le produce, con razón,  un dejo de amargura  cuando  le preguntan :  “Y Ud en qué trabaja? Contesta “Soy actriz”. Se imagina uno que  la  rabia le debe  asomar por los ojos,  fulgurante, cuando ignorantes  de dedito parado reinciden y  re-preguntan : “Si, pero ¿en qué trabaja?

***

 Laura García: Una  actriz  consumada a la que le gustan los diccionarios  y poner palabras  distintas a lo que describe, como  apoquinar.   Una  minuciosa redondeadora de frases, con  ácido sentido del humor,  no solo por  sus   listas  sino  en sus párrafos, algunos de los cuales se le  quedan a Usted  incrustados por bellos. (Ejemplo entre muchos: página 135 sobre el arte o 239 sobre el dolor)

Un libro que deberían leer  todos los estudiantes de las tímidas escuelas de actuación colombianas, para entender qué es “ componer emocionalmente un personaje “, o los rituales previos a la entrada en escena. Muy distinto de soñar aparecer en cuñas publicitarias.

Una  escritora  de racamandaca que hace frases como “a los niños no hay  que condonarles  las penumbras”; que  sabe describir desgarramientos y que  rechaza, como puede  suponerse,   “el star system”. Ella, la que  penetra en  “embelecos de la actuación” y  los detalla.

Una literata que   tiene el sentido del suspenso,  de responder anticipadamente  las preguntas que el lector no deja de hacer. Pocos como ella tienen la capacidad de traducir  lo que es actuar,  de flotar por encima del poder pero amarlo, de hacer malabares con las palabras, de ser intensa y luego, súbitamente, enigmática, de tal manera que uno no sabe si está actuando o escrutando. 

Una  escritora, en  fin,   que  sube el  nivel de sus congéneres al atreverse por linderos estéticos,  muy distantes de lo light.



  




1 comentario:

  1. Excelente, fascinante, transgresor. Un libro maravillosamente escrito con inteligencia, sabiduría y excelente sentido del humor. Super recomendado

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