Agradezco a la Universidad Externado de Colombia, a la Decana Luz
Amalia Camacho, y a Juan Carlos Garzón haberme dado la oportunidad de participar en
la presentación del libro “Televisión y
Estado en Colombia”. En este caso, el Dr. Garzón es la persona
más
calificada ( a diferencia del eufemismo
habitual “uno de los autores etc. etc.”) para hacerlo
por varias razones. Aclaro que
otros como el Dr. Fabio López De La Roche
aquí presente, lo
han hecho desde variadas
perspectivas, como en su libro “las ficciones del poder ( 2000-2010)”.
Pero me refiero al punto de
partida del Dr. Garzón: lo jurídico,
por supuesto con un enfoque de
complejidad, con el que todos debemos cada
vez más analizar las temáticas.
1.
Me consta que durante diez años – dice él- y muchos más -ha
estado pendiente del desarrollo
jurídico de un medio de comunicación que se caracteriza no sólo por la inmediatez de
su impacto y la velocidad de sus cambios tecnológicos, sino por la liviandad
como muchas veces los analistas llevan a
poner fuera de contexto la realidad jurídica de
su desarrollo histórico.
2.
En el caso del libro que se presenta, Juan Carlos Garzón hace
un análisis muy completo de la legislación, de las circunstancias politológicas , de la jurisprudencia , de la manera como se ha ejercido el poder regulatorio, y de
aquello que Mauricio García Villegas llama la eficacia simbólica del derecho: esa
capacidad producir determinados
comportamientos sociales, en este caso, en relación con
mitos y estereotipos sobre la televisión colombiana.
3.
Juan Carlos Garzón ha adquirido experiencia Jurídica no solo desde el punto de vista académico y docente- las felicitaciones por
trinos de sus alumnos demuestran la huella que deja en ellos-. También ha conocido al “monstruo “ por dentro, en su calidad de asesor jurídico estudioso e independiente de la CNTV, lo cual
es importante para comparar la realidad teórica de palabras grandilocuentes, con la realidad aplicada
en un ambiente en el que se
ejercitan todo tipo de poderes en la relación entre gobernados y gobernantes,
en este caso, respecto de la regulación
de la TV.
La seriedad del Dr. Garzón
no es óbice para, en un tema tan
arduo, ser de fácil y agradable lectura,
lo cual no es siempre el caso
con libros como este que, sin
duda, será manual de obligatoria
consulta tanto en las facultades de comunicación social como en
las de derecho. Ejemplos: cuando se refiere
la picaresca legislativa, a la hipnosis contractual, al reality
de la fallida licitación, a la lujuria administrativa. Su fluidez literaria en un tema tan árido vence
el academicismo para comunicarse
mejor.
Pero quisiera empezar
por el final. Es decir, por la situación en que nos encontramos aquí y
ahora, que él bautiza con una expresión
muy apropiada: la
“re-gubernamentalización de la televisión”: una regulación
en la cual el gobierno de turno asume la representación del Estado,
encarnando imaginariamente todos los sectores que tienen que ver con la
televisión.
Por el caudillismo que a veces nos caracteriza en el análisis, aclaro
que no me estoy refiriendo al señor
ministro de las Tics, que considero un ministro eficiente y como pocos lo han sido, conocedor del sector
de las TICS. Me refiero al
clima, a la manera como se ha
continuado una tendencia propia también
de gobiernos anteriores cuyo
nombre no quiero hacer mención para no
caer en el ismo del caudillismo o en la habitual polarización.
A este periodo bien llamado por el autor “re-gubernamentalización”,
lo calificaría como un ecosistema
televisivo en el que los dos últimos gobiernos, silenciosamente y sin mayor alharaca, han retomado las riendas del manejo regulatorio de lo público. Ignorando
olímpicamente a los usuarios, haciéndole demasiado caso a grupos de presión específicos y demasiado
poco a la necesidad de escuchar los distintos
enfoques, en particular el de
los contenidos, del cual
se exime de responsabilidad considerando que así está protegiendo la libertad de expresión.
¿Resultado?
Dos noticieros, RCN y Caracol,
que dan exactamente las mismas noticias, emanadas más que
todo de fuentes oficiales (cubrimiento de ministerios y del caudillismo presidencial, dependencia de videos de la policía, amarillismo, judicialización de la
noticia). Dos canales que constituyen un cartel como el de los pañales, que sincronizan
los espacios publicitarios para que no haya escape (lo que también le conviene
a los anunciantes).
Una situación por cierto muy cómoda
para los poderosos de la televisión,
en el sentido de ya no tienen que presionar a
varios actores del poder, sino a uno solo y no tiene
que preocuparse más que por el rating,
dejando a un lado la calidad cuando
debe escoger , en la relación
calidad costo.
De CNTV a ANTV
Volviendo a la CNTV, no se
pueden negar los errores que se
cometieron durante su vida -corta en
términos institucionales-. Juan
Carlos Garzón, como experto jurídico, muchas veces los debió padecer, ante la
prepotencia de los que aterrizaban
como Comisionados habiendo a
duras penas prendido el televisor (Escuché a varios decir que ello no tenían tiempo de ver televisión). Algunos sabían de poesía y de negocios,
otros, de negocios, otros ni lo uno ni lo otro
sino todo lo contrario. Y un puñado, como German Yances, sabía en lo que se había metido, aunque no le he preguntado. Pero sospecho que fue amarga su experiencia en el mundillo de los intereses personalistas y privados de los actores diversos de la TV.
Hay que
reconocer que a veces también la Comisión Nacional de Televisión, creada
por la Constitución del 91 padecía
la maliciosa tendencia de los
medios oligopólicos empeñados en
desprestigiarla y desconociendo estudios serios que se hicieron no solo desde el punto de vista de contenidos sino de la economía del sector. Porque
reitero, los abusos e ignorancia fueron más de
las cúpulas , como sucede mucho en Colombia, que de los expertos y de
la propia institución CNTV como bien lo
demuestra el autor.
Se cumplió entonces,
después de esos cuatro momentos históricos que suman 60 años y que analiza
minuciosamente el Dr. Garzón,
el vaticinio según el cual todo
cambia para que todo siga igual al menos en lo que tiene que ver con
la democracia. Y se cierra así una tenaza que tiene para algunos la ventaja de que es imperceptible o (como decían en el derecho civil que se me ha olvidado) el lento e
imperceptible retiro, en la escena
de la regulación, no de las aguas, sino de los ayer receptores y
hoy usuarios. Así como de otros actores del sector poco tenidos en cuenta, como los
padres de familia, la academia, los realizadores.
Del primer momento- decretar
el nacimiento de la TV en Colombia – (por cierto en una
dictadura); al segundo – legislar
de manera bastante errática y según los
intereses particulares-; al tercero – constitucionalizar en 1991- se pasa
al cuarto, en que nos encontramos.
Esa re-gobiernalización de la
regulación ni siquiera lleva hoy a un paternalismo estatal , como
sucedía en otros tiempos cuando se pretendía que se nos
orientara sobre lo que había que ver
o se advertía - y todavía se advierte- que el
contenido no tiene escenas de sexo y
violencia, como si eso quiere decir algo.
Hoy, en términos
generales, la actitud gubernamental es de polo opuesto: desinterés por las
políticas públicas sobre contenidos, no priorización del interés público, solo
mencionado en las normas y que en
cualquier descuido puede desaparecer de
nuestra Constitución como otros aspectos
fundamentales e nuestra democracia.
Lo que
asombra es la pasividad de la regulación frente a aspectos como
la concentración oligopólica de
Caracol y RCN. O la mitología y
el suspenso sobre del tercer
canal, mientras se cerraban los
ojos ante la evidencia de que el
Tiempo era dueño de
City TV y Canal el Tiempo. Lo
único que se puede desear entonces es
que la superintendencia de Comercio e
Industria actúe en estos casos
con la eficiencia con que actuó
en el cartel de los pañales, ¿Vencerá el miedo a los medios ,
característico de la regulación en TV? En
todo caso, habría una oportunidad para
que actuara la Superintendencia de Industria
y Comercio, eso sí cuando le
quede claro a qué entidad le corresponde actuar y con qué funciones.
En relación con los
abusos de la TV por suscripción, ¿ Qué han hecho
, según la distribución e
competencias la en el caso del retiro abrupto y a mi modo de ver violatorio
de la normas de contratación y del operador Telmex, del Film
and Arts?
¿A que
lleva esa “desarticulación y desmonte
final del ente constitucional autónomo para la intervención del Estado? El autor
lo demuestra: es el reforzamiento del poder del interés
privado personalizado, no como lo quería Adam Smith sino en grupos de poder : es la privatización de lo público.
El autor considera
que el Acto legislativo 02 /2011 le dio
sepultura a todo intento de
participación democrática y al analizar
la Fantasmal ANTV da
con mucho tino cinco claves de interpretación de un modelo institucional que
califica de “insepulto” , y que denomina :
1. Televisión, convergencia y “lujuria administrativa”. Una lujuria que el propio informe de la OCDE cuestiona por intervención , falta de independencia y aun inexperticia de los organismos del gobierno en la regulación de la televisión
2- La descoordinación gubernamental, eso sí, bien provista de
burocracias pasivas.
3- El modelo “Robín Hood”
4- Batalla inconclusa
5- Supervivencia y mutaciones del
modelo clientelista de la Tv nacional y regional.
Por supuesto, el autor también reconoce innegables aspectos
positivos de ese mal desarrollo:
·
Los esfuerzos en televisión educativa
·
Los aportes , muchos de ellos
borrados ahora, de la Constitución del 91
·
Los canales regionales, Señal Colombia y el sistema de medios públicos y su financiación que
reivindican la importancia de lo público
·
El desarrollo de una producción
pública y privada de buena
calidad, incluida la de Caracol y RCN
Y las negativas
·
De una “entidad lenta a menudo
politizada” (Juan Manuel Santos)
se pasó, con una argumentación supuestamente técnica, a concentrar todo en manos del gobierno. Y ello a pesar de que, como bien
lo analiza el Dr. Garzón , la
Corte Constitucional, en su sentencia
T058 de 2009 reitera que la
Comisión de Regulación de las Telecomunicaciones no tiene competencia para sustituir el legislador.
LOS IMAGINARIOS EQUIVOCADOS
En un interesante
libre “Ruling the Wawes”[2]
la autora analiza ese desfase entre la rapidez como se expande la innovación tecnológica, y la lentitud
y desencuentros de su regulación o
del conocimiento del impacto social
para el resto de la población.
Por ejemplo: como estaremos de
desfasados en los retos de la tecnología,
que una de las propuestas de
Timochenko que empieza a abrirse
paso es que se le dé a las FARC un canal,
lo que simplemente lo convertiría en un
canal de propaganda ¿Así se puede entender el pluralismo, fragmentando
la discusión pública, sin ampliar
el debate de contrarios más allá
de la gritería de los programas de
opinión de los canales oligopólicos?
En un artículo de
El Tiempo, el domingo 26 de abril de 2015 http://bit.ly/1bwyYdj se pronostica que “la
televisión ya no será como la conocimos” con parrillas rígidas
y que es irreversible la TV por internet,
a la carta del usuario. La
televisión por streaming está tomando
tal vuelo, que el 43% de los
hogares estadounidenses tiene
ya TV a la carta (como la ofrece
Netflix). A velocidades impensables
se instala la TV por
celular, computador y tableta,
desapareciendo a la larga la pantalla
como lugar de reunión de la
familia, reforzándose, por cierto,
lo que se podría llamar el individualismo autista , que lleva a perder
todo interés por lo político local
¿Cuál será el papel de
deficientes entidades reguladoras colombianas? Con el mito
según el cual meterse en contenidos viola la
libertad de expresión, las
entidades reguladoras han debilitado
la importancia del concepto de interés público y favorecido a los
señores Carlos Slim et al.
La expansión global de
nuevas tecnología en televisión tiene, sin duda, repercusiones sobre las identidades nacionales, y abre la brecha entre el país real y el mundo internet así como, por
supuesto, debilita también la
capacidad regulatoria de los Estados en
la globalización. Los contenidos se vuelven
el aspecto más decisivo, mientras
nuestro mundo leguleyo se pierde en incisos reguladores.
Pero conociendo a Juan
Carlos Garzón, y la manera como sigue
todas las innovaciones para analizar sus
repercusiones jurídicas,
económicas, educativas y sociales,
no nos queda la menor duda de que seguirá muy pendiente de esos nuevos desarrollos para un segundo tomo de Televisión y Estado en Colombia.
[1] He agregado otras reflexiones
al texto de la intervención en el panel
de la presentación del libro
el lunes 27 de abril en la Feria del Libro “Televisión y Estado
en Colombia, 1954-2014, cuatro momento
del intervención del estado” Universidad Externado de Colombia, 2015
[2] Cycles
of Descovery, Chaos, and
wealth fron te compass to the
internet” la autora analiza el patrón de las regulaciones frente a innovaciones desde la vela que
permitió descubrir América, hasta los
retos de internet en la globalización, pasando por la radio, el teléfono y la
televisión.
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