jueves, 30 de abril de 2015

TELEVISION Y ESTADO EN COLOMBIA (1954- 2014) PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE JUAN CARLOS GARZÓN[1]



Agradezco a la Universidad Externado de Colombia, a la Decana Luz Amalia Camacho,  y a  Juan Carlos Garzón  haberme dado la oportunidad de participar en la presentación del  libro “Televisión y Estado  en Colombia”. En este  caso, el Dr. Garzón  es la persona  más calificada  ( a diferencia del eufemismo habitual  “uno de los  autores etc. etc.”)  para hacerlo  por varias  razones. Aclaro que otros  como el  Dr. Fabio López De  La Roche  aquí  presente,  lo  han  hecho  desde  variadas perspectivas, como  en su libro  “las ficciones del poder ( 2000-2010)”.
 Pero me refiero al punto  de  partida del Dr. Garzón: lo jurídico,  por supuesto con un enfoque  de complejidad, con el que todos debemos  cada vez más analizar las temáticas.

1.      Me consta  que durante diez años – dice él- y muchos  más -ha  estado pendiente  del desarrollo jurídico de  un medio  de comunicación  que se caracteriza no sólo por la inmediatez de su impacto y la velocidad de sus cambios tecnológicos, sino por  la liviandad  como muchas  veces  los analistas  llevan a  poner  fuera de contexto  la realidad jurídica  de  su  desarrollo histórico.

2.        En el caso del libro que se presenta,  Juan Carlos Garzón  hace  un análisis  muy completo de  la legislación, de  las circunstancias  politológicas , de la jurisprudencia ,  de la manera como  se ha ejercido el poder regulatorio, y de aquello que Mauricio García Villegas  llama  la eficacia simbólica del derecho: esa capacidad  producir determinados comportamientos sociales, en este caso, en relación  con  mitos y estereotipos  sobre  la televisión colombiana.

3.      Juan Carlos Garzón ha  adquirido experiencia Jurídica  no solo desde el  punto de vista  académico y docente- las felicitaciones por trinos  de sus  alumnos demuestran  la huella que deja en ellos-. También  ha conocido al “monstruo “ por dentro,  en su calidad de asesor  jurídico estudioso  e independiente de la CNTV,  lo cual   es importante para   comparar la realidad teórica de palabras grandilocuentes,  con la realidad  aplicada  en un ambiente en el que  se ejercitan todo tipo de poderes en la relación entre gobernados y gobernantes, en este  caso, respecto de la regulación de la TV.

La seriedad del Dr. Garzón  no  es óbice para, en un tema tan arduo, ser de fácil  y agradable lectura, lo cual  no es siempre  el caso  con libros  como este que, sin duda, será  manual de obligatoria consulta  tanto en  las facultades de comunicación social como en las de  derecho. Ejemplos: cuando  se refiere  la  picaresca legislativa,  a la hipnosis contractual, al  reality de la fallida licitación, a la  lujuria administrativa.  Su fluidez literaria en un tema tan árido  vence  el academicismo para  comunicarse mejor.


Pero  quisiera empezar por  el final. Es  decir, por la situación en que nos encontramos   aquí y ahora, que él  bautiza con una expresión muy apropiada:  la “re-gubernamentalización de la televisión”: una  regulación  en la cual  el gobierno de turno  asume la representación  del Estado,  encarnando  imaginariamente  todos los sectores que tienen que ver con la televisión.
 Por  el caudillismo que  a veces nos caracteriza en el análisis,   aclaro que no me estoy refiriendo  al señor ministro de las Tics,  que considero  un ministro eficiente y  como pocos lo han sido, conocedor del sector de las TICS. Me  refiero  al  clima, a la manera como  se ha continuado  una tendencia  propia también  de gobiernos anteriores  cuyo nombre no  quiero hacer mención para no caer en el ismo  del caudillismo o  en la habitual polarización. 

A este periodo bien llamado por el autor “re-gubernamentalización”, lo calificaría como un ecosistema  televisivo en el que  los  dos últimos gobiernos,  silenciosamente  y sin mayor alharaca, han  retomado las riendas  del manejo regulatorio de lo público.  Ignorando olímpicamente a los  usuarios,  haciéndole demasiado caso a  grupos de presión específicos y demasiado poco a la  necesidad de escuchar los  distintos   enfoques, en particular el de los  contenidos,  del cual  se  exime de responsabilidad  considerando que así  está protegiendo la libertad de expresión.

 ¿Resultado?  Dos noticieros,   RCN y Caracol, que dan exactamente las mismas noticias, emanadas más  que  todo  de fuentes  oficiales (cubrimiento de   ministerios y del caudillismo presidencial,  dependencia de videos de la  policía, amarillismo, judicialización de la noticia). Dos  canales  que constituyen un cartel como el  de los pañales,  que  sincronizan los espacios publicitarios para que no haya escape (lo que también le conviene a los anunciantes).

Una situación por cierto  muy cómoda  para los  poderosos de la televisión, en el sentido de ya  no tienen que  presionar a  varios actores del poder, sino  a  uno solo  y no tiene  que preocuparse más que por el rating,  dejando a un lado la calidad  cuando  debe escoger , en la relación  calidad costo.

De CNTV a ANTV  

 Volviendo a la CNTV, no se pueden negar los  errores que se cometieron  durante su vida  -corta en  términos institucionales-.  Juan Carlos Garzón,  como experto jurídico,  muchas veces los debió padecer, ante la prepotencia de los  que  aterrizaban  como Comisionados habiendo  a duras penas prendido el  televisor  (Escuché a varios decir  que ello no tenían tiempo de  ver televisión).  Algunos sabían de poesía y de negocios, otros, de negocios, otros ni lo uno ni lo otro  sino todo lo contrario. Y un puñado, como German Yances, sabía  en lo que se había metido, aunque  no le he preguntado. Pero sospecho  que fue amarga su experiencia en  el mundillo de los  intereses personalistas y  privados de los actores diversos de la TV.

 Hay  que  reconocer que  a veces también  la Comisión Nacional de Televisión, creada por la Constitución del 91 padecía  la  maliciosa tendencia de los medios oligopólicos empeñados en  desprestigiarla  y desconociendo  estudios serios que se hicieron  no solo desde el punto de vista de   contenidos sino de la economía del sector.  Porque  reitero,  los abusos  e ignorancia  fueron más de  las cúpulas , como sucede mucho en Colombia,  que de los expertos  y  de la propia institución  CNTV  como bien lo  demuestra el autor.

 Se cumplió entonces, después de esos  cuatro momentos  históricos  que suman 60 años y  que analiza  minuciosamente  el Dr.  Garzón,  el vaticinio  según el  cual todo cambia para  que todo  siga igual al menos en lo que tiene que ver con la democracia.    Y se cierra así una tenaza que  tiene para algunos la  ventaja de que  es imperceptible  o (como decían  en el derecho  civil que se me ha olvidado) el lento e imperceptible  retiro,  en la escena  de la regulación,  no de las  aguas, sino de  los  ayer  receptores y  hoy usuarios. Así como  de  otros actores  del sector poco tenidos en cuenta, como los padres de  familia, la academia,  los realizadores. 

Del primer  momento- decretar  el nacimiento de la TV en Colombia – (por  cierto en una  dictadura); al segundo – legislar de manera  bastante errática y según los intereses particulares-;  al  tercero – constitucionalizar   en  1991- se pasa  al  cuarto, en que nos encontramos.

 Esa  re-gobiernalización  de  la regulación  ni siquiera   lleva  hoy a un paternalismo estatal , como sucedía  en  otros tiempos cuando se pretendía que se nos orientara sobre lo que había  que  ver  o  se  advertía - y todavía se advierte-   que  el contenido  no tiene escenas de sexo y violencia, como si eso quiere decir algo.

Hoy,  en términos generales,  la actitud gubernamental  es de polo opuesto: desinterés por las políticas públicas sobre contenidos, no priorización del interés público, solo mencionado en las normas  y que en cualquier descuido puede desaparecer  de nuestra  Constitución como otros aspectos fundamentales e nuestra democracia.  

 Lo que  asombra es la pasividad  de  la regulación  frente a aspectos  como  la concentración oligopólica de  Caracol y RCN. O  la mitología y el suspenso  sobre  del tercer  canal,  mientras se cerraban los ojos ante  la evidencia de   que el Tiempo   era dueño de  City TV y  Canal el Tiempo. Lo único que se puede desear  entonces es que  la superintendencia de Comercio e Industria  actúe  en  estos  casos  con la  eficiencia  con que actuó  en el  cartel de los pañales,  ¿Vencerá el miedo a los medios , característico de la regulación  en  TV?  En todo caso, habría una oportunidad   para que actuara  la  Superintendencia de  Industria   y Comercio,   eso sí cuando le quede  claro a  qué entidad le corresponde actuar y   con qué funciones.

En relación con los abusos  de la  TV por suscripción, ¿ Qué  han hecho  , según la  distribución e competencias la  en el caso del retiro  abrupto y a mi modo de ver  violatorio  de la normas de contratación y del operador Telmex, del  Film  and  Arts?

 ¿A que  lleva esa “desarticulación y desmonte  final del ente constitucional autónomo para  la intervención  del Estado?  El autor  lo demuestra:  es el  reforzamiento del poder del  interés  privado personalizado, no como lo quería Adam Smith sino  en grupos de poder  : es la privatización de lo público. 

El  autor  considera  que  el  Acto legislativo 02 /2011  le dio  sepultura a todo intento de  participación democrática  y  al analizar   la Fantasmal  ANTV  da con mucho tino cinco claves de interpretación de un modelo  institucional  que  califica de “insepulto” , y que denomina :
 
 1. Televisión, convergencia y “lujuria administrativa”.  Una lujuria que el propio informe de la OCDE cuestiona  por  intervención , falta de  independencia y aun inexperticia de los  organismos del gobierno en la  regulación de la  televisión  
2- La  descoordinación  gubernamental, eso sí, bien provista de burocracias pasivas.
3- El modelo “Robín Hood”
4- Batalla inconclusa
5- Supervivencia y mutaciones del  modelo clientelista de la Tv nacional y regional.


 Por supuesto,  el autor  también  reconoce innegables  aspectos  positivos  de ese  mal desarrollo:

·         Los esfuerzos en televisión  educativa
·         Los aportes , muchos de ellos borrados ahora,  de la  Constitución del 91
·          Los canales regionales,  Señal Colombia y el sistema de  medios públicos y su financiación que reivindican la  importancia de lo público
·         El desarrollo de una producción pública  y privada de  buena  calidad,  incluida la de   Caracol y RCN

Y las negativas
·         De una  “entidad lenta  a menudo  politizada” (Juan Manuel Santos)  se  pasó, con una  argumentación  supuestamente técnica, a concentrar  todo en manos del gobierno. Y ello  a pesar de que, como  bien  lo analiza  el Dr. Garzón , la Corte Constitucional, en su sentencia  T058 de 2009  reitera que  la  Comisión de Regulación de las Telecomunicaciones  no tiene competencia  para sustituir  el legislador.

LOS IMAGINARIOS  EQUIVOCADOS

 En un interesante libre  “Ruling  the Wawes”[2] la autora   analiza  ese desfase entre  la rapidez como se   expande la innovación tecnológica,  y la lentitud  y desencuentros de su regulación  o del   conocimiento del impacto  social  para el resto de  la población. Por ejemplo:   como estaremos de desfasados  en   los retos de la   tecnología,  que  una de las propuestas    de  Timochenko  que empieza a abrirse paso   es que se le dé a las FARC un  canal,  lo que simplemente  lo convertiría  en un  canal de propaganda  ¿Así  se puede entender  el pluralismo,  fragmentando  la discusión pública, sin  ampliar  el debate  de contrarios más allá de la gritería de los  programas de opinión   de los canales oligopólicos?


En  un  artículo de  El Tiempo, el  domingo  26 de abril de  2015  http://bit.ly/1bwyYdj se pronostica que “la televisión ya no será como la conocimos” con parrillas  rígidas  y que es irreversible  la TV por internet, a la carta del usuario.  La televisión   por streaming está tomando tal vuelo, que    el 43% de los hogares   estadounidenses   tiene  ya TV  a la carta (como la ofrece Netflix). A   velocidades impensables se  instala  la TV por  celular, computador y tableta,  desapareciendo a la larga la pantalla  como lugar de reunión de la  familia, reforzándose, por cierto,  lo  que se podría llamar el individualismo autista , que lleva  a perder  todo interés por lo político local

¿Cuál será el papel de  deficientes   entidades reguladoras colombianas? Con  el mito  según  el cual meterse   en contenidos  viola la  libertad   de expresión, las entidades reguladoras  han  debilitado  la importancia del concepto de interés público y favorecido a los señores Carlos  Slim  et al. 

La expansión  global de nuevas tecnología en televisión tiene, sin duda, repercusiones sobre  las identidades nacionales, y  abre la brecha entre el país real y el  mundo internet así  como, por  supuesto, debilita también    la capacidad regulatoria de los Estados  en la  globalización.  Los contenidos   se vuelven  el aspecto  más decisivo, mientras nuestro mundo leguleyo se pierde en incisos reguladores.

Pero conociendo  a Juan Carlos Garzón, y la manera como sigue  todas las innovaciones  para  analizar sus  repercusiones jurídicas,  económicas, educativas y sociales,    no nos  queda la menor duda de que   seguirá muy  pendiente de esos nuevos desarrollos para  un segundo tomo  de Televisión y Estado en  Colombia.





[1]     He  agregado otras    reflexiones  al  texto de la intervención en  el panel  de la presentación del libro  el  lunes 27 de abril    en la Feria del Libro “Televisión y Estado en Colombia,  1954-2014, cuatro momento del intervención del estado” Universidad Externado de Colombia, 2015
[2] Cycles  of Descovery, Chaos,   and wealth  fron te compass to the internet”  la autora analiza  el patrón de las regulaciones   frente a innovaciones desde la vela que permitió descubrir  América, hasta los retos de internet en la globalización, pasando por la radio, el teléfono y la televisión.

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