jueves, 19 de septiembre de 2013

LOS PARTIDOS: ¿ENTRE PELEILLAS DE DELFINCITOS Y EGOS DE BACALAOS?

        El desmoronamiento de los partidos es una  oportunidad para  la ciudadania
 
El lamentable espectáculo de las peleaderas  en las que  están sumidos  los  partidos colombianos  solo  pueden llevar a una conclusión: que no hay partidos sino individualismos alborotados

  Confrontaciones diarreicas  son estimuladas por ciertos medios oligopólicos de comunicación, que  han  llevado al “pedestal” a caudillitos convertidos de la noche a la mañana en   sabelotodos de cualquier tema que se les pone.
  
La coalición  gubernamental se desbarata entre los bandazos  del ejecutivo  respecto de  sus  primera  banderas, mal  aconsejado por supuestos asesores de imagen, que  creen que las políticas   públicas pueden improvisarse al  vaivén de  los Mr. Gallup. Sin  mencionar   la posible caída en el precipicio de  los nombramientos  presionados por el  clientelismo.

El editorial de El Espectador   del  19 de  Septiembre describe muy bien el clima  político de “un país muy raro”.  Le agregaría  el  increíble  protagonismo de los delfines  políticos convertidos  de la noche a la mañana en  presidentes de partidos, por sustracción de materia y de estructuras  internas democráticas.

Pero de esa enfermedad  senil de la política colombiana deben salir conclusiones  para los ciudadanos. Apoyándonos en  los seguimientos de    Transparencia  Internacional, Colombia Visible  y otras  fuentes creíbles de  evaluación, debemos   exigir  el respeto que   nos da  la democracia.   Exigir que las listas no  se  elaboren al dedo  del Jefe Supremo o    en base a catálogos discursivos de promesas, sino mediante compromisos  concretos y  procesos para lograrlos.

 Como están hoy, y gracias a las peleíllas de delfines o a las voracidades de los bacalaos, que  se han autodestruido y acabaron con los partidos existentes,  los ciudadanos  debemos
·        Dejar de pertenecer a un Partido
·        Dejar el fatalismo.
·        Dejar la obsesión caudillista, según la cual el valor de las ideas y de las propuestas se mide por  quien  discurre sobre ellas  y  no cómo  se van a poner en la práctica.
·        Dejar de  sintonizar  supuestos  programas de opinión que   consideran que la  peleadera es contenido,  y no  tienen contacto  con los  que  son expertos en las temáticas  ( académicos,  profesionales,  estudiantes,  empresarios distintos de los líderes gremiales, trabajadores distintos de los viejos líderes sindicales, etc ) . Imposible que  entre  millones de colombianos  en edad de merecer reconocimiento no haya  sino unos  cien que  realmente “existan” para la democracia colombiana.  
·        En cambio, aceptar  ya no existen, por desmoronamiento y por falta  de democracia interna y de estructuras programáticas:    el partido liberal, el conservador, cambio Radical,   la “U”,  el Polo (de los que entran y salen de El), el Verde  de todos los verdes (parodiando  al poeta).

·        Preparar así  una nueva aproximación  a la política , a su análisis y a su   ejecución, en vez de   seguir  abonando el terreno a la mediocridad política , la desigualdad,   el poder de los clanes , la abstención , la polarización,  y la prevalencia de los  qué hay que  hacer sobre los cómo  se hace desarrollo social, económico y político.

Ojalá que los  partidos que se están incubando nazcan sin  los  errores de  sus predecesores.

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