El lamentable espectáculo de las peleaderas en las que están sumidos los partidos colombianos solo pueden llevar a una conclusión: que no hay partidos sino individualismos alborotados.
Confrontaciones diarreicas son estimuladas por ciertos medios oligopólicos de comunicación, que han llevado al “pedestal” a caudillitos convertidos de la noche a la mañana en sabelotodos de cualquier tema que se les pone.
La coalición
gubernamental se desbarata entre los bandazos del ejecutivo respecto de
sus primera banderas, mal
aconsejado por supuestos asesores de imagen, que creen que las políticas públicas pueden improvisarse al vaivén de
los Mr. Gallup. Sin
mencionar la posible caída en el
precipicio de los nombramientos presionados por el clientelismo.
El editorial de El Espectador del 19
de Septiembre describe muy bien el
clima político de “un país muy raro”. Le agregaría
el increíble protagonismo de los delfines políticos convertidos de la noche a la mañana en presidentes de partidos, por sustracción de
materia y de estructuras internas
democráticas.
Pero de esa enfermedad senil de la política colombiana deben salir
conclusiones para los ciudadanos. Apoyándonos en los seguimientos de Transparencia Internacional, Colombia Visible y otras
fuentes creíbles de evaluación,
debemos exigir el respeto que nos da
la democracia. Exigir que las listas no
se elaboren al dedo del Jefe Supremo o en
base a catálogos discursivos de promesas, sino mediante compromisos concretos y
procesos para lograrlos.
Como están
hoy, y gracias a las peleíllas de delfines o a las voracidades de los bacalaos,
que se han autodestruido y acabaron con
los partidos existentes, los
ciudadanos debemos
·
Dejar de pertenecer a un Partido
·
Dejar el fatalismo.
·
Dejar la obsesión caudillista, según la cual el valor de las ideas y
de las propuestas se mide por quien discurre sobre ellas y no cómo se van a poner en la práctica.
·
Dejar de sintonizar supuestos
programas de opinión que consideran
que la peleadera es contenido, y no
tienen contacto con los que
son expertos en las temáticas (
académicos, profesionales, estudiantes, empresarios distintos de los líderes
gremiales, trabajadores distintos de los viejos líderes sindicales, etc ) .
Imposible que entre millones de colombianos en edad de merecer reconocimiento no
haya sino unos cien que
realmente “existan” para la democracia colombiana.
·
En cambio, aceptar ya no existen, por
desmoronamiento y por falta de democracia
interna y de estructuras programáticas: el partido liberal, el conservador, cambio
Radical, la “U”, el Polo (de los que entran y salen de El), el
Verde de todos los verdes (parodiando al poeta).
·
Preparar así una nueva
aproximación a la política , a su análisis
y a su ejecución, en vez de seguir
abonando el terreno a la mediocridad política , la desigualdad, el poder de los clanes , la abstención , la
polarización, y la prevalencia de los qué hay
que hacer sobre los cómo se hace desarrollo social, económico y político.
Ojalá que los partidos que se están incubando nazcan sin los errores de sus predecesores.
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