Mejor ética civil al estilo de Adela Cortina que... |
Julito,
desde su W y con alma de buen samaritano dijo bondadosamente
que lo
de Natalia Salazar, estudiante de una
escuela de diseño en New York City, había
sido un error.
Daba a entender además que la joven
era perdonable por su juventud. No le he escuchado nada tan caritativo con, por ejemplo, los jóvenes rateros de la
tremenda inseguridad bogotana.
Porque el plagio es un robo intelectual,
es decir, un delito… En el caso de marras no se cometió de buena fe,
sino de mala fe. Como lo dio a entender con claridad escueta una gringa entrevistada por la W, eso no se hace, independientemente de lo que
decidan la justicia o las personas
más afectadas, si acuden a los estratos judiciales.
Como era de esperar ( y sin que ello implique
un juicio moral de mi parte pues respeto la ética utilitarista aunque no sea la mía), la moral empezó a colarse por la puerta de los empresarios de Santillana. Para ellos
y como había que recoger todos los libros de
contenido plagiario, el asunto era de plata.
La niña, en cambio se excusó diciendo “tal
vez la presión de la fecha de entrega y de trabajar con una
de las personas que más admiro me ganó”
.
A Kilómetros
del éxtasis del jet Set y refiriéndose al tormentoso mundo verde, Monseñor Gutiérrez le aclaró a María Elvira Soto, editora de la Unidad investigativa de El Tiempo, que no le había vendido su alma a los esmeralderos
y que “ como cura le digo no al pecado,
sí al pecador. Como ciudadano debo buscar la paz” ¿Quiere
esto decir que hay que olvidar el delito? ¿Mejor no preguntar?
Ambos casos
muestran las deformaciones éticas que atraviesan la sociedad colombiana. No hay
claridad ni en los principios, ni en las características de la ética civil, la
única que podría enderezar un país en el que la religión ha fracasado en propiciar la convivencia ( digo la religión y
no algunos sacerdotes como el Padre de Roux).
En un
caso, la excusa criolla típica del estrato ; en el otro, el menosprecio por lo civil en la valoración ética de los
seres humanos. Ambos justifican éticamente minimizar la trascendencia moral del delito.
Porque hay que distinguir entre construir paz con los enemigos o con los transgresores y aceptar que la solución para la impunidad sea el perdón y el melcochudo amor al otro.
Por eso, cambiar de valoraciones
es lo que recompensaría el
esfuerzo de tantos jóvenes que tienen que salir adelante con obstáculos más allá de haber cometido un error de esos de la niña play que seles presenta como "modelo".
Cambiar
de valoraciones es ir más
allá de una solución
discursivamente bondadosa como la que
ofrece el santísimo Monseñor Gutiérrez. Es superar la ingenuidad de los misioneros de una paz que nadie sabe a ciencia cierta concertar y que no se resuelve con el nombramiento de una
comisión o de un Delegado de Paz para la
región.
La desestructuración ética de la sociedad colombiana solo se
remediará mediante el respeto a la ley y la cohesión social en torno a unos principios que se
asuman, no por ser religioso o pecador,
sino porque cada ser humano vale tanto como
uno mismo…
¿No ha
sido el país demasiado condescendiente
con los que violan la ley según su estrato
o la fuerza de su violencia? ¿No lo ha sido demasiado poco con
aquellos cuyo sistema de valores no es el tradicionalmente aceptado, causante
de la inmoralidad y de la fractura ética?
_____
RECOMENDADO: “Hasta un pueblo de demonios. Ética
pública y Sociedad”, Adela Cortina, Taurus, 1998. En especial capitulo 3, Moralina burocrática; Epilogo,
Globalizar la justicia, propiciar
la felicidad.
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