martes, 3 de junio de 2014

¿Cómo vencer el ”confuSionismo” en la segunda vuelta?



¿Cuál es la consecuencia de la  discursividad  en  la construcción de  imaginarios  en una cultura  como la contemporánea,  en  la que se impone lo audiovisual?  Se elude lo conceptual, que  pasa a un segundo plano frente al impacto emocional.

Una comparación más sencilla: si yo desarrollo mucho el ver  y el  oír, los sentidos  como el tacto, el gusto y el olfato  pierden importancia. 

En el  caso del “tacto”, obviamente, el “clic”  desarrolla el pulgar,  pero se pierde la  capacidad sensorial de descubrir a partir de la piel;

En cuanto al “gusto”, se va perdiendo la capacidad humana  de  percibir que  hay  sabores distintos de  la comida chatarra;

Con el  olfato, perder la capacidad sensorial  es olvidar que  el ser humano, como el animal, tenía un olor que hoy se diluye en la  marea de desodorantes y perfumes que  buscan ocultarlo.

Pero sucede  algo similar con  la capacidad de análisis, es decir,  la parte  racional de nuestro “ser”.

El impacto se  busca -y se logra- a partir de lo audio-visual, es decir, del  gesto  y de la sonoridad  de la  palabra, no de su contenido.

El  gesto  se vuelve preponderante,  gracias a la televisión, que  implica  ver.  Los ojos detectan  la  “personalidad” en el  vestir, en  la  sonrisa política  como garantías de confianza y capacidad, en la mirada  frentera  que,  se pretende, sustituya la honorabilidad y la  transparencia, en la facilidad de expresión, que no pocas veces es pura carreta.

La oralidad pierde  su  sentido original  de narración gracias a la importancia de los sonidos  de audio que  diluyen el sentido de  lo verbal.  El karaoke se  vuelve  la pista que define a los candidatos; la pomposa  entrada y salida de los debates televisivos nos  impregnan de una sensación de seriedad; las alturas y bajezas de las voces  nos definen  lo que se discute en el ring.

¿ Y el miedo  existencial?  ¿El miedo a no ser torturado, a no ser masacrado, a no ser  callado, excluido,  borrado  de la faz dela tierra?  Bauman el sociólogo  (ver entradas anteriores) y otros  nos destapan el subterfugio:  la preocupación por la gordura, la obsesión por adelgazar o el deporte,  refugiarnos de la inseguridad en conjuntos cerrados son maneras de no  preguntarnos qué realmente está en juego.

En lo político, lo que  está  en juego se diluyó con la peleadera,  las malas prácticas de chuzar al adversario y de chuzar al chuzador, las  especulaciones sobre quien se iría con quién,  en si  el partido  conservador de  Martha Lucía se  iba con Santos o el partido de Gerlein con  Zuluaga; si los claristas  aceptarían el inútil voto en blanco o los peñalosistas  autodefinieran su verde.

“Dejar en libertad a los electores " se volvió un acto de heroísmo o de grandeza , pretendiendo así esconder  la desestructuración  de partidos que son sumas de egoísmos y de inercia ciudadana o su afición por las diarreas mentales.

El  miedo  profundo se oculta en los medios  con  la  “debateadera”  emocional  propiciada por la política “sucia”, las filtraciones, los escándalos, los insultos mutuos, las acusaciones y la irresponsabilidad periodística.

En lo político,  el miedo se  arropa  con la indiferencia, con  la sábana de un dudoso voto en  blanco que ya ni siquiera servirá,  con  la verborrea y los manifiestos inocuos que todos  firmamos para  tener la conciencia “limpia”.

Entonces  ¿qué es lo que nos  produce  miedo “existencial” en este momento en Colombia?

A unos, la inseguridad.  Por eso  buscan la seguridad en el radicalismo autoritario y creen que  excluyendo al contrario se la garantiza.

En otros,  los que quizás más se abstuvieron,  el miedo  profundo está en volver hacia atrás,  en repetir  la historia por incapacidad de luchar por el tan  cacareado  cambio.  Miedo impronunciable  al mundo oculto de las masacres y las motosierras,  miedo a las autodefensas ,  sus  ubérrimos, y sus apóstoles,  miedo  silencioso  a las intolerancias  de una guerrilla  instalada en  el  narcotráfico,  miedo estético  a la cultura del paraíso de tetas ,  y , sobre todo,  miedo al retorno a la intolerancia  política.

Miedo, en fin, a esa incapacidad de ser  colombianos en el actuar colectivo, creyendo que basta con alabar “nuestros"  Nairo y Rigoberto,  nuestros futbolistas,  LA Shakira o  el sensato Falcao (al que le  imploraban que  fuera al  Mundial, aunque perdiera la rodilla).

Y sobre todo,  el  confusionismo (con ese) como  manera de  envolver  colectivamente  el miedo existencial en una  cortina de humo. 
         
Pero vencer el miedo existencial no es taparlo con el fatalismo, o con  la “blancura” de un  voto supuestamente izquierdista. No es  abstenerse, una vez más, avalando eso mismo que nos produce  miedo.    

 MI VOTO NO SERÁ POR LA PAZ, UN  TERMINO AMBIGUO, SINO POR LA RECONCILIACIÓN  (VER PROXIMO  VIERNES POR QUÉ)                    
   

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