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“En estos momentos en Colombia
no se puede tener confianza en nada ni en nadie“ - escribe una tuitera a
propósito de la desafortunada frase de
la Canciller cuando declaró que “no
confiamos en la Corte de La Haya”.
Su
comentario recalca el clima social de
desconfianza, que a mi modo de ver ha sido reforzado tanto
por el odio como por la
polarización, tendencias características del debate mediático, político y judicial en Colombia.
Aunque
el odio y la polarización, como el miedo, son fenómenos
generales en Occidente, de todas
maneras se ven intensificados por causas diferentes
en cada país.
En
Europa, la migración, pero también
los errores cometidos por las potencias en Asia y Africa, crean desconfianza, odio, miedo y polarizan en
torno a la exclusión. En Estados Unidos
-meca del consumismo y de la imagen-, los
medios inflan personajes de reality
show como Trump, que se vuelve
centro del debate político.
En
Colombia, donde se ha agudizado la desestructuración institucional y ética, predomina cierto nihilismo. Un nihilismo
fatalista, impulsado por la caudillización mediática cuando, como reflejo condicionado,
crea agendas de peleadera; por evidentes
bandazos gubernamentales; suscitados por creer demasiado en la rosca palaciega; pero también, por un mal uso del poder institucional que lleva a abusos, según los afectos y los odios
, en la persecución o en la
protección de los interés propios y cercanos.
El
equilibrio, por ejemplo, es un valor
periodístico y político fundamental,. Sin embargo, algunos en el país lo
distorsionan de manera perversa. Asi se
van creando tendencias que se
transforman en “verdades” poco controvertidas y a veces ni siquiera
percibidas, más allá de la polarización,
del “me gusta” o “no me gusta”.
Valorar
el odio- como el amor- en una
ética de los comportamientos ciudadanos, resulta negativo.
[1] Muy distinta es
por ejemplo, la solidaridad (que determina la capacidad de trabajar
en equipo). Pero el odio y el
amor aplicados a la política y al
periodismo se vuelven manipuladores de otros valores como la confianza y el irrespeto a los que no
piensan como uno. Amor y odio llevan a segregar la sociedad colombiana dependiendo del
uribismo o el santismo, del clan, de la rosca, del conjunto cerrado, de la
región versus en centro y del
centro versus la región.
CUANDO EL “EQUILIBRIO” TAMBIEN SE VUELVE PERVERSO…
Los
medios fomentan sin duda la polarización y el odio cuando le dan a
la noción de equilibrio un contenido casi mecánico: fiscal contra procurador y viceversa, declaración de
Santos, búsqueda de reacción de Uribe, o vice versa, y así sucesivamente.
Para el periodismo audiovisual, la situación
es cómoda. Nada más fácil
que conseguir reacciones basadas en esa noción simplista del equilibrio, con el poder
reforzado de la imagen o la voz .
Mientras que medios escritos como
El Espectador, el Heraldo y el Nuevo Siglo hacen esfuerzos
de análisis, el Tiempo o otros medios regionales se
acomoda cada vez más en una posición en la que importan más la imagen que los contenidos
analíticos.
Pero, a mi modo de ver, el impacto más perverso
tanto de la polarización como del odio se observa en uno de los pilares de toda democracia: la administración de justicia. Porque el odio de exclusión
es a veces solapado y, en el periodismo audiovisual, virtual o escrito,
la mayor irresponsabilidad
proviene sin duda de considerar como fuente principal de las noticias las cúpulas
que odian, solapadas o no.
No es de extrañar entonces el
impacto devastador de esas
tendencias sobre la administración de justicia:
Primero fue la caja de resonancia que los
medios le hicieron al Presidente
Uribe cuando empezó a descalificar la administración de justicia
como reacción a las
sentencias condenatorias de sus inmediatos colaboradores. Y ahora, cuando declara que su hermano es “preso político”, esperando, sin el menor pudor, espera le crean
en las jurisdicciones interamericanas cuando despotrica contra las
nacionales.
El Fiscal
y el Procurador, por su parte,
asumieron evidente responsabilidad por el descredito de la justicia
al dejarse contaminar por la politización, al
subírseles el poder a la cabeza y
al intervenir en temas políticos, no solo en el caso del proceso de paz.
La
cereza del ponqué ha sido sin duda la
reacción política, sin pruderbcia alguna
a temas que no lo son, encabezada
por el Presidente. Llevó al desconocimiento olímpico de
la jurisdicción de la Corte Penal
Internacional, sin intentar siquiera un acercamiento político con Nicaragua, necesario para avanzar en el terreno de un acuerdo bilateral. Mientras que los nicaragüenses se movían
calladitos y eficientes, como lo
anotaba un analista, ni el
embajador colombiano en Nicaragua era abogado
ni los grandes gurúes ante la CPI eran internacionalistas, sino connotados
constitucionalista y
administrativista.
Así
mismo, poco a poco, la administración
de justicia se ha ido desmoronando. Por
supuesto, gracias a la ineficiencia del propio sistema
judicial. Pero también, con el ingrediente, en la receta de su desplome, de
un espectáculo mediático. El excesivo peso de lo judicial en los
medios ha sido a veces una manera
cómoda para el periodismo de hacerle
seguimiento a los procesos de
Paloquemado en vez de ir a las fuentes primarias de investigación.
Lo malo es que ya se nos
está viendo el cobre de nuestra propia
mediocridad y que ensillamos antes de traer las bestias, como lo han recalcado discretamente tanto el Papa Francisco como el Secretario Kerry.
¿SOLUCIONES?
¿SOLUCIONES?
Que las hay, las hay. Muchas “soluciones”
son más de criterio y de ética que
de reformas o cambios. Veamos
algunas:
- Que la terna para nuevo fiscal incluya personas que sobresalgan por su trayectoria y no por su presencia frecuente en los medios o su cercanía al Presidente. Y que los medios no hagan circular rumores como que suena el señor Néstor Humberto Martínez sin ninguna experiencia, pero “intimo” de palacio y del grupo Sarmiento Angulo.
- Que el Procurador no siga haciendo campaña política desde su cargo, con la vana ilusión de que puede ser un candidato creíble a la Presidencia de la República, ejerciendo un poder de persecución -y de crucifixión- sobre el cual le convendría reflexionar en esta semana de pasión.
- Que los medios dejen de estimular el ego de personajes que no se lo merecen y acudan a fuentes académicas como fuentes de conocimiento Por ejemplo, en el caso del derecho internacional y, sobretodo, en el tema de la justicia transicional que tantos miedos produce en algunos, tantas ilusiones no aterrizadas en otros y tanta desconfianza en los que todavía no saben qué es.
- Que se cubran temas diferentes de los mal tratados jurídicos y que se les dé la oportunidad a los que se han quemado las pestañas al estudiarlos.
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Soluciones más de ética que de reformas |
- Que se haga realidad la carrera administrativa por méritos y que los nombramientos no obedezcan a criterios subjetivos.
- Que los propios ciudadanos no adopten la posición fatalista según la cual todo está podrido; que no se escuchen los engañosos cantos de sirena de los amores y los odios de la política y el periodismo, que solo producen una nefasta polarización.
¿Será posible?
[1] 1- Excusen el error en la transcricpión del titular de El Tiempo en "No confiamos en la Corte de La Haya" dijo refiriéndose a la Corte Internacional de Justicia y no a la CPI como puse.
2- Las percepciones, como los valores, como los estereotipos pueden ser negativos o positivos. En los talleres para periodistas que sirvieron para construir Manuel de cubrimiento del desplazamiento forzado interno encontramos mas de 390 adjetivos para valorar negativamente a la población en situación de desplazamiento y solo 90 valoraciones positivas.
2- Las percepciones, como los valores, como los estereotipos pueden ser negativos o positivos. En los talleres para periodistas que sirvieron para construir Manuel de cubrimiento del desplazamiento forzado interno encontramos mas de 390 adjetivos para valorar negativamente a la población en situación de desplazamiento y solo 90 valoraciones positivas.
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