REFLECTORES Obra y foto MTH |
En los cambios de gabinete ministerial y en parte gracias a la acción de los medios, hay a veces la impresión de que a los ministros que salen y que entran se les juzga con la misma varita que a las reinas de belleza.
“Este me
gusta, este no me gusta” se escucha tanto
en las conversaciones de salón como en los mal llamados programas de opinión o
en los comentarios de las “mesas de trabajo”.[1]
El rasero con
el que se mide la “bondad” o la
“maldad” de un ministro depende mucho de la
capacidad de vitrinear, es decir, de mostrarse en los medios audiovisuales.
Como con las
reinas de belleza, la parte visual se vuelve entonces el eje de la mayoría de
las apreciaciones, y a la vez, puede
llevar a su pérdida, como sucedió con la
Ministra de la Presidencia.
Lanzada a la
voracidad de los reflectores, cuando
el Presidente la encargó del
Ministerio de Minas, se descubrió que la
antes todopoderosa eminencia gris
era más vulnerable de lo que se
creía lo que, a la vez, contribuyó a su caída como pepa de guama, haya sido
renunciada o haya renunciado ella.
Un ministro
como el de salud no parece “bueno”, aunque
algunas medidas discretas pero
eficientes del ministerio como la política
de obligar a la coexistencia de marcas farmacéuticas con los genéricos tengan
un impacto más real que la “vitrina”.
A veces, los
ministros no tienen metas claras ni sentido de lo trascendente, ni trayectoria en
el sector, o solo vínculos - como sucedió con la opaca Ministra de
Transporte. Producen
expectativas de cambio por la exaltación inmediata. Salidos del sombrero
del ilusionista, se parecen a
aquellas mariposas que se acercan demasiado a la luz y después de uno que otro torbellino terminan
cayéndose, inertes y olvidadas.
Y cuando, con una u otra frasecita,
el señor Presidente intenta
demostrar que no se portó mal con los
salientes, se cree
resuelto el asunto. Pero
solo queda demostrado que la vida interior de los gobiernos es mucho más importante y compleja de lo que
cree el enfoque caudillista. Y más
en un país de peleillas individualistas, celos y egoísmos que importan mas que el interés público. Y todavía más
cuando el jefe del ejecutivo cree
que con caudillismo visual se
resuelven los problemas.
Pero cambios
de gabinete como el que hizo a la carrera el Presidente Santos entre una y otra subida de avión, no solo no refuerzan su imagen,
sino que son un evidente
desprecio a los partidos y dan pie para reacciones como las que se observan en los liberales y en los verdes. La
cabeza del poder ejecutivo cree que
con un cambio de gabinete va a lograr una mayor eficiencia
o, desde el punto de vista
político, a una mayor “unidad”
nacional en torno a cambios que se
consideran prioritarios, como el pos
conflicto. Nada más alejado de la realidad.
Que los partidos ya no tengan estructuras sólidas, que sean un revoltillo de ambicioncitas, ya se sabe. Pero
la consecuencia de ignorarlos no es otra que un mayor desprestigio del Gobierno,
un Presidente vacío del poder que
intenta demostrar lo contrario.
El
Presidente Santos cambia el nombre de Ministros consejeros por el de Altas consejerías, o el de Ministro por Secretaría general
como si allí estuviera el meollo del error
de haber creado una rosca-bunker
en Presidencia , que terminó
debilitándolo.
En cuanto a
los ministros entrantes, empiezan a dar declaraciones a la topa
tolondra, lo que diluye
todavía más las escasas políticas
públicas con proyección más allá de lo inmediato. Y en
una proporción inversa a la claridad
de esas políticas públicas, aumenta la burocracia en las oficinas de prensa y
comunicación, dedicadas a “boletinear”
cada paso del respectivo
ministro.
Una burocracia que bloquea al Estado
Pero el rasero
de ministros- reinas de belleza tiene otro impacto. Lleva al
ciudadano a dos errores
de razonamiento.
El primero: se termina acostumbrando a que la eficiencia
se evalúa por la cantidad de apariciones en público del respectivo
ministro. El segundo: la eficiencia del
Estado o de cada ministerio
se evalúa en función de
la cabeza pero no de la manera como trabaja el resto de la institución.
Ni los
medios ni la academia en general se han
dedicado a analizar por qué
el Estado colombiano está mucho más bloqueado
institucionalmente de lo que se imaginan los ciudadanos gracias a la acción de los medios.
En todo
caso, las promesas se multiplican como
las 4G, y las consecuencias también se multiplican, pero no en
resultados, sino en la proliferación de descubrimientos tardíos como el de
la alimentación escolar. Con razón dicen los sabios que del afán, en este caso por la imagen, no queda
sino el cansancio.
Y a propósito de imagen …
¿Idolos de consumo? (Obra y foto MTH) |
Frente a la indignación de los fieles de
la Filbo ( entre los cuales no me cuento)
ante el tumulto del sábado que agotó las boletas para los que querían ingresar para otros fines) hay dos
argumentos de columnistas que le dan la bienvenida a los Youtubers y que opinan que “algo estará
haciendo el youtuber si mueve más
que la Feria junta”. Con todo respeto, y para
continuar el debate, los que fueron a
que el “youtuber” les firmara el
libro, no son símbolo
de vanguardia, sino de la generación
del rebaño. No son los impulsadores de
una nueva sociedad,
sino de la dependencia de lo visual, y de la sociedad de consumo, en lo que menos importa es el contenido.
Prefiero los jóvenes reales que quieren cambiar el mundo.
[1] Eufemismo con el cual se designa
la discursividad radial que, en
general, poco le deja
oportunidad al trabajo de campo de los reporteros.
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