En
amplios sectores de la sociedad colombiana, parece como si se
hubiera perdido o no
existiera el sentido trascendente del
hecho, sin duda histórico, de la entrega de armas de las FARC bajo supervisión de la Organización de las Naciones Unidas.
Como
sucedió en muchos episodios de nuestra
historia, solo las generaciones futuras
se asombrarán de lo que le pasó
al país,
aquí y ahora en el 2017, sin
sospechar siquiera que hechos como éstos no nos
sacudieron cuando los vivimos.
Bien sea por
el impacto de peleillas mezquinas , por escándalos de corrupción
que solo destapan ollas (unas y
otras mediáticamente ampliadas) no pocos ciudadanos se instalan en la indiferencia o son
insensibles a lo que pasa aquí y ahora.
Eso intriga a los extranjeros cuando vienen al país, y no entienden que el Nobel de paz se despedace de esa manera entre partidarios de Santos y contradictores. Pero sobre todo,
incapacita a los colombianos para avanzar,
proponer, innovar o resolver colectivamente lo que en el
futuro será entonces una simple acumulación de ineficiencias, vacíos,
destiempos entre lo prometido y lo real.
A estos ciudadanos ausentes, nada parece sacudirlos. Se
encierran en el fatalismo, o
se enclaustran en el marco estrecho de sus
vivencias cotidianas , por desconocimiento de lo que ha sido la historia de nuestro país.
Libran batallas diarias de trancones, fallas
de servicios médicos, colas,
ineficiencias burocráticas ,
o asumen
la simple actitud de no ver
lo que no tiene conexión con sus intereses personales.
Las redes
sociales y los medios de comunicación audiovisuales son preponderantes
en la llamada por Castells
“era de la información”, que ahora merecería el titulo de “era de la desinformación”. Alimentan a la mayoría de los usuarios, oyentes y televidentes, pero las noticias se construyen alrededor de unos pocos temas, producto del reciclaje de
lo que alguno sectores del
periodismo leen en la mañana, en la
tableta o en papel. Sin mencionar las encuestas insulsas que pretenden radiografiarnos como ciudadanos, incentivando la polarización caudillista, y reemplazando el análisis constructivo de la realidad mediante lo único que resultaría útil, la investigación .
Basta
comparar, por ejemplo, El Tiempo y lo que los noticieros radiales ponen sobre la mesa, para comprobar el
circulo vicioso de nuestro encierro informacional. Si por lo menos acudieran a El Espectador, a Semana o al Siglo, que tienen mas trayectoria
investigativa, pero no.
Los hechos inmediatos se presentan sin contexto ni proyección, como
una sucesión de episodios de robos, atracos, delincuencias a cual más miedosas, que tan solo construyen desesperanza.
Eso importa porque radio y TV
son hoy, con las redes sociales,
el mayor ingrediente informativo
de la mayoría de los colombianos. No se trata de debatir si
internet es el culpable ( que no
lo es) , sino si
los contenidos alimentan bien a los colombianos, sea por lo virtual o el papel,
que se acabará en los medios en menos de
cinco años. Se trata de los contenidos y de las costumbres
de los usuarios o receptores de recibir lo que esperan o critican pero siguen
recibiendo por una especie de
adicción.
Buena
parte de esta paradójica asfixia
comunicativa audiovisual, que se
alimenta de politiquerías y chismes, no solo
enrarece el ambiente , sino que nos
produce por contagio, una parálisis mental, más allá de la diarrea sicológica que tanto se ha mencionado aquí. Una parálisis mental que se origina en
el centro y se transmite a todas las periferias.
¡Milagro! En lo mediático
centralizado, aparece una
única solución, para salir de la asfixia. Supuestamente para el desarme de las armas mentales, se
lanza al ruedo “informativo” ,
además de la pelea entre Vargas Lleras y
Santos, o el
voto a los 16 años y las listas
cerradas o la financiación pública para resucitar a los
agonizantes partidos, otro tema que producirá vergüenza histórica frente
a lo que hubiera podido sacudirnos sin violencia como sociedad.
¿Quien
será el próximo presidente? Es el
alimento sin vitaminas que deberemos
tragarnos ahora , para no pensar en lo que nos está sucediendo.
Para no
afrontar cómo
vamos a motivar a aquellos a los que les vamos adelantar la edad
de convertirse en
colombianos “políticamente
activos”, o a los que simplemente van a reintegrarse porque han dejado las
armas.
¿Cuales son las consecuencias
e irresponsabilidades de ese centro de atención perverso en el que los principales actores son los políticos y los medios?
Llevan a abandonar por completo el detalle de lo colectivo, ignoran olímpicamente lo local
y las pesadumbres de quienes padecen las consecuencias de esos comportamientos.
Se satisfacen con la inmediatez del
impacto sin el ayer ni el mañana.
Desde
el periodismo, y en ese mar de verdades
a medias, en ese mar de lo audiovisual, se concreta la actualidad privilegiando las encuestas, la peleadera, las confrontaciones caudillistas, pero no sirve de brújula. En
otras palabras, es la mejor
manera de perpetuar la violencia… a pesar de la paz.
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