Foto Min Ambiente Murillo
La avalancha de Mocoa confirmó, una vez más, el rol fundamental del periodismo y de las tecnologías de los medios de
comunicación audiovisuales en el cubrimiento de catástrofes.
La avalancha de Mocoa confirmó, una vez más, el rol fundamental del periodismo y de las tecnologías de los medios de comunicación audiovisuales en el cubrimiento de catástrofes.
También mostró algo que no siempre es obvio para los receptores: que los corresponsales y el periodismo local son los primeros en llegar y en enfocar la realidad.
Como lo recordaba Yolanda Ruiz en el noticiero de RCN, hoy desde el simple celular se pueden enviar imágenes instantáneas. Pero hay que estar allí.
En caso de afán supremo, una selfie se vuelve necesaria. Pero no por
la manera light de informar como, con sus
like y live, las chicas lindas reemplazan a Andreina ( que por fortuna busca otros
caminos) en la sección poco
cultural de CM&.
Ante la ansiedad y la presión de lo inmediato, del dolor humano,
de los riesgos, el cubrimiento de
catástrofes integra, como en ningún otro
momento, la dupleta periodista y
camarógrafo, que más aún, a veces se
puede fundir en un solo ser
humano . Eso sea dicho de paso, no siempre implica un mejoramiento salarial , como tampoco lo
implica cubrir la catástrofe para varios medios (radio, TV,
internet, versión prensa) de una empresa.
Mientras tanto, desde
el centro, los directores ( y yo también lo fui) sufren las angustias y asumen la responsabilidad. Algunos de las “
mesas de trabajo” pontifican desde sus sillas, salvo los que, como ahora Juan Carlos Vélez, sientan el impulso necesario
e irresistible del trabajo de
campo.
Antes era necesario pedir microondas y tener el tiempo
siquiera para decantar el material conseguido en una
realidad abrumadora por el dolor de los implicados. Es similar
a la misma tensión que debe sentir el cirujano en la sala
de operaciones, el policía o el soldado cuando se enfrentan a
la delincuencia. O los miembros de la defensa civil y de
la Cruz Roja cuando tienen de sacar cadáveres o buscan
sobrevivientes.
La diferencia entre estar y ver |
En ese momento, periodistas, camarógrafos o fotógrafos que cubren catástrofes demuestran o no su fortaleza ética. A veces, el solo hecho de tener que llegar al sitio es una proeza. Así lo dejaron entrever las notas del corresponsal de Cali , Eduardo Manzano. Bloqueado en la carretera durante una noche, mostró los esfuerzos de los viajeros por llegar a ayudar a sus familiares y la precariedad de las carreteras no “en marcha”.
¿Qué debo grabar? ¿Cuando debo mostrar rostros? ¿Cuando debo parar de grabar? ¿Qué debo preguntar sin vulnerar los derechos fundamentales de las personas damnificadas? ¿Cuando el
dolor se vuelve morbo por la acción de
lo que muestro o de lo que pregunto?
Cuando
los receptores de la información
sobre catástrofes siguen las noticias,
poco piensan en las angustias
y presiones de la inmediatez para
periodistas y camarógrafos. Sin embargo,
en esos momentos es cuando se revelan,
tanto la diferencia entre el ciudadano
que capta los hechos sin ser profesional, como la misión
del periodista, su coraza y sus prioridades en cuanto
a valores.
Por
cierto, los corresponsales del sitio o
los enviados desde otras ciudades para cubrir la catástrofe demuestran
que importa -y mucho - la solidez frente
al desastre adquirida por la
experiencia ante las cámaras, y la madurez
de algunos corresponsales
trajinados en el oficio, de la que carecen algunos periodistas primíparos que corretean de un lado al otros mostrando
sin contexto.
En esos
momentos también es cuando se pueden
contrastar esos valores del periodismo puestos a prueba, frente la ligereza con la que
los receptores o los comentaristas
generalizan al periodismo como si fuera un solo bloque : “ todos los periodistas son unos
irresponsables” sentencian. Ojalá analizaran también las dificultades y la
responsabilidad social de los que así
ejercen su profesión.
Y LO NEGATIVO….
La
inmediatez audiovisual tiene también aspectos
negativos que, paradójicamente, aparecen cuando el sentido de la inmediatez se prolonga en el tiempo.
Cuando, por ejemplo, se repiten
morbosamente escenas de tragedia, se interroga insaciablemente a las víctimas y a los damnificados . Entonces la tragedia se convierte en espectáculo y el
periodismo pierde su razón de ser. Y ante la insidiosa necesidad de cambio inherente a lo audiovisual y a la velocidad de la inmediatez, se produce, implacable, la saturación ante el dolor.
Por
eso ahora, en la postragedia, le toca el turno a los periodistas que investigan lo no inmediato y que deberían
ya tener listo su material
desde hace meses. Para
prevenir otras tragedias, para
cuestionar a funcionarios que
no saben cumplir con sus tareas. Porque el periodismo no es denunciar escándalos
descubiertos por otros (caso Odebrecht), tampoco solo es mostrar
pasivamente declaraciones de las cúpulas, siguiéndolas como borregos,
con cámaras y micrófonos, o darle resonancia a las ruedas de prensa
montadas con propósitos evidentes de agenda noticiosa ( ver entrada anterior).
Saber
entonces que lo inmediato es inmediato y que, para tener sentido, en este caso de catástrofes, el periodismo debe nutrirse de minuciosos contextos y
proyecciones.
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