En Colombia como en casi cualquier parte del mundo, una de las mayores diferencias entre generaciones es la velocidad. En el fondo, ese ha sido casi siempre el caso, pero las consecuencias no se suelen analizar en contextos de velocidad o de lentitud.
Por lo general, las distancias generacionales se disfrazan con el argumento banal de la exclusión, para justificar por qué necesariamente la juventud tiende a alejarse de la vejez o la vejez, de la juventud .
Los viejos piensan – se cree a veces - que a los jóvenes les falta mucho por aprender, que se la pasan con los celulares, y que solo les interesa la tecnología. Los jóvenes también creen a veces – que los viejos son lerdos, no son modernos, repiten siempre lo mismo o se han quedado atrás, sobre todo en temas digitales en los que que, como se sabe, la velocidad es la que manda la parada y se incorpora a la percepción de eficiencia y conocimiento. ( ojo : escribí percepción y no realidad).
En las generaciones anteriores, siempre han surgido diferencias que quizás se zanjaban con una mirada implícita : soy mas viejo y sé mas que Usted, o , en todo caso por el respeto a la jerarquía de la edad.
Hoy, a veces se razona de parte y parte para explicar esa lejanía. Así, se concluye apresuradamente, de lado y lado, que la juventud poco tiene que ver con la vejez y viceversa.. “ Ya no nos entendemos porque no tenemos nada en común Basta con que cada quien ocupe su puesto en el camino de la vida y ya está.
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Una de esas consecuencias del distanciamiento, sin embargo, no tiene que ver con el camino vital, recorrido o no, sino con la manera de comunicar.
Por el lado de la juventud, se va consolidando la idea de que la lentitud de los viejos es algo irremediable y, por consiguiente, síntoma de que no hay nada más que hacer sino dejarlos donde están, en un rincón como trastos que son.
Del otro lado, se vuelve a la vieja percepción de que las nuevas generaciones no tienen remedio en este país como si lo tuvieran en otros.
La rapidez de los encuentros, las limitaciones o mejor, los retos de lo virtual para expresar afecto, y sobretodo la dificultad de encontrar maneras similares para comunicarse limita las relaciones. Así, se vuelve casi del pasado la afectividad real y tan mencionada de los colombianos, como seres o familias alegres , comunicativas, que se involucran en todas sus actividades recreativas. La pandemia, al alejar físicamente a los seres humanos, ha acentuado estas barreras, sobre todo en un país en que el afecto se demuestra sustancialmente en el tocar y en el abrazar.
Los maestros, sin duda, han tenido dificultad en trasladar su pedagogía de lo real a lo virtual, aunque de ese tema poco se habla. Y menos en los medios, ahora sumergidos en encuestas preelectorales o cuando , como ahora ,los gobiernos que trataban de inflar sus hazañas en cubrimiento educativo Virtual, no lo pueden hacer, en nuestro caso, por las razones conocidas : se robaron la plata de las redes.
Pero más allá de estos episodios casi folclóricos, el resultado de las pruebas Saber y Piza han mostrado un boquete. Que por cierto solo mencionan los medios como datos estadísticos, pero este es otro tema.
A mi modo de ver, hay otra razón. La velocidad arrebata el conocimiento. No solo en las conversaciones sobre lo que somos, viejos o jóvenes. En Colombia no pocos educadores y sus colegios abarrotan de tareítas a los niños, de tal manera que estimulan el Copy Paste que a veces se incluye descaradamente en las preguntas de las tareas. Se regersa poco a poco al viejo ciclo de aprender o contestar de memoria , en este caso porque no hay tiempo.
A lo que voy, entonces es a que, en la pospandemia, jóvenes y viejos tenemos que reaprender a comunicarnos humanamente.
No es tarea tan fácil como parece.
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