domingo, 22 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA RESGUARDADA SETENTONA: DIAS 2Y 3


Gretta con Ganas



















Querido  diario :

Como verás, he decidido agregarle la palabra  "setentona" a lo que te escribo   en este diario, confiando ahora  en ti como  cuando tenía 10 años.

Ayer no pude escribirte porque  estaba lidiando con algunos preocupantes asuntos periodísticos. En casa, claro.O desde la casa, mejor.

La pandemia  y   consiguiente su confinamiento han  significado para todos  los colombianos  nuevas maneras de  afrontar la vida cotidiana. Para no  extenderme  sobre lo que  a todo  el mundo le ha tocado, sólo  te diré que hemos  vuelto a reencontrarnos con nosotros mismos y con  otros especímenes llamados  seres humanos.

Para mí ha  sido fácil, porque solo convivo con una sola persona, llamada  cónyuge, que además  tiene un buen carácter.  Pero  me he dado cuenta de que, como  nadie  habla  de eso,   debe ser   porque  el asunto  ha resultado  para muchos bastante  difícil.  Supongo  que tiene que ver con la medida del tiempo y del espacio, que ha variado más de lo que se cree en esta etapa.

Por primera vez, estamos  en una nueva dimensión espacio y tiempo. Algo debió prever alguien, porque recuerdo haber  leído un artículo  en  el que se   solicitaba que tomáramos  precauciones   ante el temor  de que aumentara la conflictividad  de  los seres humanos con el  encierro. Aunque no parezca, una cosa es andar en transmilenio y otra, estar encerrado en una jaula.

Te comentaba, querido diario, que el espacio se ha  reducido y el  tiempo se  ha estirado.  Y eso a pesar  de  que estemos inundados  de videos,  de consejos,  de  testimonios de expertos en no sé qué  (ellos  tal  vez tampoco porque  repìten mucho lo fundamental- que ya nos quedó claro). Aclaro que no me refiero  al  dr. Prada que sí sabe de lo que habla, por lo cual  sus frases  son claras, precisas, y no asustan.

Ha cambiado nuestro  modo de vivir, por una  sencilla razón. Estamos enclaustrados, pero no somos monjes ni sabemos qué hacer con nuestro tiempo o nuestro espacio. Muchos, al parecer, viven en apartamentos muy estrechos   y se  han dado cuenta de que no  les   alcanza el espacio, porque  se chocan con otros  seres  humanos de la familia. 

Sospecho  también que  muchas  jóvenes parejas están desorientadas. Se caracterizaban  por  salir   a las carreras por la mañana,  con un pedazo de arepa en la mano y  el maletín en la otra,  dándose   apenas en la mejilla el  apresurado beso que te comenté, querido  diario, antes de ayer.  Ni hablar de los “insoportables”, que  andan correteando por aquí y por allá. Me refiero, claro está , a los perritos tan miminos  pero cada vez más desesperados en el  espacio que comparten  y cada  vez  con un mayor  sindrome de abstencia de parques, por los veinte minutos que  les  tocan  diarios.

 Ahora, el teletrabajo  ha unido ( o mejor,   "va a unir"  el próximo martes)   en un mismo   espacio  las labores    y  la vivienda.  No sé  -te confieso-  cuánto durará  esa  mescolanza , pero si  sé  que los hombres  y las mujeres  ejecutivas ya no pueden decirle  a la empleada “ ahí le   dejo  ese desorden “ sino que deben arregarlo ellas o  ellos mismos. Aunque las encuestas no han asomado todavía (   me temo  que pronto lo harán)   sus narices sobre   ese tema, es de suponer que los  hombres  se hacen los de la vista  gorda. En otras palabras,  se hacen los   pendejos- como se dice en un estilo más coloquial y dejan  todo  tirado,  de tal manera que   el género  femenino   pega una   mayor proporción  de “carajo!”  o de “Recoja”!.

Ni hablar de la relación  con los niños,  con  más  decibeles de lloriqueos, porque nadie los lleva  al parque, porque el parque ha dejado  de existir, el menos  por la pandemia.

Ese impulso   de huida, como lo calificaría el  sucesor de Freud,  es el resultado  natural del encierro. El especialista  de la televisión, que ya no  es sicoanalista sino  virólogo o  coronavirólogo,  ha explicado lo obvio: que aumentará  el desastre en la medida en que transcurran  las dos o tres semanas que nos faltan  si estamos de buenas, y meses si no  cumplimos  aquello de quedarnos en casa. Conste  también  que  no es porque los   colombianos somos indisciplinados : mire no más  lo que sucedió en las playas californianas y  como está  Nueva York...

Pero  viene la parte del tiempo, que se  nos hace  cada vez más inconmensurable   si   se le compara   con  el  espacio.   Te confieso, querido diario, que he tenido  muchas ganas de releer esa magnífica  novela  de un señor llamado Tomas Mann, que  se llama La Montaña  Mágica. Y no  porque sea mágica la montaña, sino porque  el enfermo de tuberculosis , un señor Hans  Castrorp, que  se fue a un sanatorio,  está un poco en la misma  situación   de nosotros por el  encierro,  con  el espacio y el tiempo. El necesario simulacro, que  ahora  ya  empalmó  con el   Toque de queda y se llama   ahora   confinamiento social, lleva ahora  a preparar  qué comemos,  a decidir   cómo vamos a mover nuestro cuerpo en espacio reducido,   dónde hay  que poner los  zapatos  que usamos  para ir a la puerta.  (Como notarás, repito tres  veces la palabra   AHORA pero es intencional)

Al parecer   hemos   vuelto a la época de las cavernas.    "la  gente compra como si el mundo se  fuera a acabar"  dice con razón una  bogotana,  aunque  no  sabemos  si , cuando  se acabe el mundo, lo comprado servirá para algo. Y mientras nos asedian los domicilios, ojalá que  encontremos la linterna de  Diógenes. Sin olvidar, desde luego, que lo que pensemos hoy no es para  hoy sino   para lo que suceda, en el caso del coronavirus, pero también del país,   dentro de  dos,  tres semanas, o muchas más..






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