miércoles, 25 de marzo de 2020

DÍAS PANDEMÍNICOS 4 Y 5


Dos fotos  de M. Alvarado que  dicen mucho



Querido  diario:

Cuando ya me estaba acostumbrando al simulacro; cuando  ya  suponíamos   con tranquilidad que  “todo  va a salir bien” ( como le dicen  a uno para mitigar el miedo  sin que uno sepa  a ciencia cierta qué  quiere decir “bien”), nos llegó  el  confinamiento,  la  cuarentena,   aislamiento preventivo obligatorio o   como se le quiera    llamar. 

Pero no llegó  solo.

A pesar de la colaboración positiva de los  medios   de comunicación,  de los periodistas que  recorrieron la   helada noche, de los presentadores, de las agencias de publicidad (#TodosSomosResponsablesDeTodos ), de los empresarios,   de unos ciudadanos que creemos en los cuentos de  hadas mediáticos mientras otros ya no saben  quienes son las  hadas   ni los cuentos, fue sorprendente ese  primer día  de  la cuarentena.  Que, por cierto,  no es de cuarenta días   sino  de  diecisiete,   iniciada a los 001 minutos  del día  25 o, en otras  palabras,  a la medianoche.  

Ese primer  día de oscuridad y desvelo no resultó, en  todo caso, como  se  esperaba.  Nada resulta como uno lo espera. Es  una ley de la vida que  no conocía a los diez  años, cuanto   también  quise contarte  mis infidencias, querido diario.

En ese día que se llenó de   noche, volvimos  a ver el espanto de las cárceles.   No tanto por  las llamas  de la protesta  sino por  la manera  como  se permite  el hacinamiento de seres humanos sin que los piadosos  digan  algo.  Nos  desveló a todos los que  sinceramente nos  dispusimos a encerrarnos  o  encuevarnos, con la ilusión de vencer al diminuto pero implacable susodicho virus, porque la unión hace la  fuerza .  

A la vez,  sucedió lo inaudito:  como lo lo mostraron las inclementes  fotos,  la plaza de Bolívar  se llenó de lo que  alguna  vez   fueron Rojos y llamaron el lumpen proletariado. Es decir, no necesariamente   los más pobres , sino  los  más energúmenos,  los pobres entre los pobres,  los que algunos  apodan   “habitantes de la calle”  - como si las calles se pudieran habitar.   En otras  palabras,  los que no  tienen  misión alguna,   futuro por el cual luchar, sino que dejan el libre curso  a  su  exasperación.  Fantasmas   rechazados,  que  ya  han cruzado la línea de  la desesperanza, pero también del horror.

Las dos   fotos de  El Espectador ( sábado y martes) como lo recalca el diario, muestran una paradoja: reclamar   apoyo contra la pandemia, que , nos han dicho y repetido,  solo se puede contrarrestar con  el aislamiento total de los individuos.

 ¿Eso de  llenar la plaza, qué quiere decir?  ¿fue un gesto  espontáneo de ira y de hambre?  ¿quién estimuló esa reacción?        ¿ fue algo planeado como lo fue lo de las cárceles,  que solo produjo 23 muertos en un pais acostmbrado a que todos los  días asesinen a un líder  social o a un miembro de la guardia indígena? Probablemente, pero no importa. Lo que importa fue lo que vimos. El hecho en sí, la realidad, el contraste  entre cómo podríamos  vencer   al  coronavirus y  un  desastre  quizás invencible, por  el  que se amontonan  los seres humanos como  si fueran animales.

,¿Qué impulsos suicidas caracterizan a los encapuchados?  ¿ Es expresar odio  o carencias más  vitales que la propia vida?

Nunca sabremos la respuesta. En todo caso,  que  esa foto  pudiera tomarse  y compararse muestra   hasta qué punto, ante la indiferencia,    pueden  desbordarse huracanes y ciclones.  No  los  de   ahora, sino los producidos por conflictos no resueltos, desigualdades    tan insidiosas como el  virus, y, del otro lado, mundos   escondidos por ficticias esperanzas de los convencidos de que "todo está bien".  

Si, claro: está muy bien  darles apoyo prioritario.  Pero ¿no será hora de pensar en la vacuna?



FOTO  MTH

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